La Redención del Karma
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https://www.youtube.com/watch?v=dFVcRcQ0vyk&feature=youtu.be
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El conocimiento del ciclo vital descorre por completo el velo del más allá y destierra el fantasma del miedo a la muerte, dándonos la seguridad de que solo existe la vida como un fenómeno continuo.
Pero éste conocimiento no elimina el dolor, el cual hace parte del proceso de aprendizaje de todos los seres humanos pues es una realidad el hecho de que en ésta vida no hay felicidad completa. El sufrimiento es el resultado del dolor físico, vital, emocional y mental y es un mecanismo purificador y transmutador. Nosotros aprendemos nuestras lecciones en la escuela de la experiencia a través de la comprensión de la Ley Natural y su aplicación práctica en actos concordantes en los principios universales, o también por la vía del sufrimiento cuando desconocemos la perfección de tal Ley. Este último es el llamado mecanismo del fósforo. Cuando deseamos encender una cerilla es necesario restregarla contra una superficie áspera donde se calienta y se destruye por el calor pero el resultado final es la luz que el fuego produce. Así mismo, el dolor se manifiesta por la fricción de energías mal canalizadas y trae como resultado el sufrimiento, después del cual surge la Luz interior que hace comprender al Ego que es duro el camino de transgresor de la Ley Cósmica y que es mejor actuar en consonancia con ella que ir en contra de la corriente.
Las Leyes de la Naturaleza de que tanto hemos hablado, no son una serie de normas escritas en un código y dictadas por una deidad, así como la Ley de Gravitación no fue dictada por un físico caprichoso.
La energía de cada plano tiene sus modos de vibrar, expanderse, contraerse, moverse, etc., y de la observación de la acción de tales energías se han deducido los Principios Cósmicos, así como el científico ha descubierto las leyes que rigen la materia por la vía experimental. Algunos seres más evolucionados trataron de aprender del Cosmos y comprendieron algunas de sus leyes las cuales aparecieron escritas veladamente en los códigos religiosos posteriormente. Tales seres iluminados y ayudados por las Jerarquías superiores se convirtieron en los antiguos guías de razas: Moisés, Mahoma, Krishna, Orfeo, Gautama el Buda, Rama, Jesús, etc. Las Leyes fueron dadas a la humanidad a manera de normas entregadas por Jerarquías porque la Mente joven de la gran masa no estaba preparada para concebir la inmensidad inteligente del Cosmos y era necesario mostrarle una divinidad antropomorfizada, más fácil de comprender para ellos. Los textos religiosos antiguos contienen verdades profundas, cosmogonías maravillosas e investigaciones cósmicas sorprendentes para aquel que sabe leer profundamente y con agudo intelecto intuitivo tras el disfraz de los mitos, leyendas y parábolas.
Un conocimiento más profundo acerca de los ciclos vitales del ser humano nos permite acercarnos con reverencia a las antiguas revelaciones religiosas y ver, tras la aparente ley inflexible de la Deidad, una enseñanza maravillosa y prudente para llevar una vida sana y acorde con ciertos lineamientos cósmicos. El verdadero Caminante de la Senda Espiritual no hace o deja de hacer una cosa porque sea o no pecado. Jamás obra amedrentado por el fantasma del miedo a un castigo divino. Sólo actúa con plena consciencia de los modos de obrar del Universo y aprovecha la correcta dirección del flujo de las energías sutiles. Aquellos que temen al pecado o que ven con horror el Karma aún no han comprendido la sabiduría de la Ley de Equilibrio Universal y en lo profundo de su ser siguen creyendo que se trata del brazo justiciero de una deidad sin compasión. El Karma no es la venganza de los dioses sino la recolección de los frutos de nuestra pasada siembra. Somos generadores de causas y recolectores de efectos (lo semejante produce lo semejante y no podemos pedirle peras al olmo).
Puesto que el Karma de cada ser humano no es el veredicto final de un juez inflexible, es completamente posible su redención, aunque muy pocas veces estamos dispuestos a pagar el precio necesario.
El reconocimiento de la Ley, la aceptación, el propósito de enmienda, el arrepentimiento verdadero, el sacrificio voluntario, la restitución y el cambio a una vida de servicio desinteresado son los pasos necesarios. Primero, se requiere reconocer que existe la Ley del Equilibrio Universal así como las Leyes de la Naturaleza y que como parte integral del Cosmos estamos participando de ellas, consciente o inconscientemente. Dentro de nuestro proceso de aprendizaje estamos constantemente transgrediendo la Ley Natural debido a nuestra ignorancia. En cada encarnación estamos tan inmersos en nuestra personalidad que nos olvidamos de que somos seres espirituales para identificarnos con nuestras personalidades temporales. No distinguimos entre los apetitos de nuestros vehículos y las verdaderas necesidades del Ego en su sendero evolutivo, permitiendo que las propias energías de los templos que habitamos dirijan nuestras vidas en lugar de ser nosotros quienes las sometemos a nuestra voluntad.
Caemos constantemente en el error, el cual hace parte del proceso de aprender, y cada transgresión es corregida por la infinita Ley Kármica que solo quiere mostrarnos siempre la manera correcta de hacer las cosas. Tanto los seres que obran mal como los que obran bien finalmente comprenden, pues a cada cual se le devuelven las energías que emitió o removió en cada mundo. Si se obra con bondad, el resultado será un flujo favorable de fuerzas que trabajan de parte del individuo (éste es el Darma). Si se obra mal el resultado será el sufrimiento purificador después del cual vendrá la Luz. Son dos maneras diferentes de aprender, y cada ser humano elige la opción que mas le guste. Es increíble cómo la mayoría han preferido el camino del sufrimiento. Tal vez se deba a que el resultado del mal obrar no siempre aparece en forma inmediata y a lo mejor ésta es una medida del Cosmos para que nuestro libre albedrío no esté coaccionado por el temor. Solamente cuando se mira con reverencia la obra del Autor Divino y se aprecia que el Universo es un Ser inteligente, se aprende por la vía de la comprensión, pues tenemos la certeza de que la providencia lo ha hecho todo mejor que nosotros y lo que debemos hacer
simplemente es observar de qué manera funciona el Cosmos para evolucionar como él. Hasta que esta consciencia no llega, el ser humano es solamente un títere de múltiples fuerzas y un esclavo de sus apetitos, siendo incapaz de ver más allá de la punta de su nariz.
En tales condiciones, es imposible redimir el Karma.
El segundo paso es la aceptación de que nosotros mismos no somos inmunes a los efectos de las Leyes Naturales y que cada acto de nuestras vidas, querámoslo o no, está gobernado por ellas.
Es necesario aceptar que, si el Universo es perfecto cada experiencia que nos trae sufrimiento obedece a un acto de justicia ya que en el Cosmos no existe el desorden ni la imperfección. Para comprender esto tenemos que mirar más allá de esta encarnación, hacia el pasado y hacia el futuro, aceptándonos como parte de la colectividad humana en proceso de evolución. Si algo nos causa esa fricción espiritual que llamamos sufrimiento, lo más probable es que tenemos algo por aprender de esa manera y que en el pasado obramos mal con respecto a esa vivencia. Todo lo que nos es quitado no lo merecemos y todo cuanto no es dado es una devolución por nuestro trabajo cósmico, pues el Universo va cediendo la administración de sus bienes y energías de acuerdo con el grado de evolución de cada ser, para evitar una catástrofe causada por la inconsciencia del ignorante. La sentencia bíblica es una realidad: "a todo aquel que tiene se le dará, pero al que no tiene, se le quitará aún de lo que posee". Si aspiramos a algo y no podemos encontrar el camino para obtenerlo es porque tal vez no es el momento apropiado, y si lo tomamos por la fuerza en el mañana seremos despojados. En el orden cósmico no puede existir la buena o mala suerte. Este popular concepto es tan solo una gran falacia fatalista que debe ser sepultada por aquel que aspire a redimir su Karma. No hay ninguna casualidad. Ningún azar es posible.
Si ahora llevamos una vida de rectitud y tenemos sufrimiento, es por que en el pasado no la llevamos así y tenemos que enfrentarnos a nuestros errores de ayer. La existencia postmortem puede haber sido muy fructífera y permitirnos un elevado estado de consciencia pero la cancelación de las deudas aún está pendiente.
Casi nunca es verdad que llevamos una verdadera vida de rectitud porque somos incapaces de ver dónde están muchas de nuestras fallas y no queremos aceptar que las tenemos. Sólo aquel que ha alcanzado el conocimiento total de las leyes de los planos en los cuales estamos evolucionando y que las aplica en la práctica se verá libre del sufrimiento Kármico. Cuando esto suceda ya no será necesario renacer. Si estamos encarnados, ésta es la más segura prueba de que aún tenemos mucho que aprender aquí y los seres que están a nuestro alrededor hacen parte de éste proceso y representan diferentes facetas de nuestro ser interno que tenemos que reconocer, afrontar, transformar y aprovechar.
Después de la aceptación de que somos falibles y lo hemos sido en el pasado y de que debemos responder por nuestros antiguos errores, tenemos que alimentar un firme propósito de enmendar nuestras faltas, llenándonos de un enorme deseo de quitar la venda de nuestros ojos para ver la realidad del Cosmos. Debemos anhelar profundamente la sabiduría que nos capacita para descubrir dónde están tales fallas y cuál es el verdadero camino, pues no podemos evolucionar en la ignorancia. Pero como realmente no podemos
devolver el tiempo y deshacer las causas generadas, a lo sumo podemos aspirar a dar una compensación justa a los seres a quienes hicimos daño, no con el ánimo de pagar un precio material por un error espiritual sino con el deseo interno de brindar amor sin esperar recompensa alguna. Reconocer que hicimos daño puede ser fácil, pero devolver lo que no nos pertenece en los planos Físico, Emocional y Mental es difícil. Sin embargo es necesario que lo hagamos pues de todas maneras el Universo nos despojará de todo aquello que no
nos corresponde. A veces no podemos restituir en una misma encarnación el amor, la paz, la libertad, el dinero, la honra o la vida que quitamos a otros pero debemos abrigar el propósito de hacerlo cuando la Providencia Divina nos haga posible un futuro encuentro pues todos los seres, amigos o enemigos, se reencontrarán alguna vez en algún lugar del Universo. El deseo de restituir trae necesariamente la consciencia de haber obrado mal y el arrepentimiento verdadero el cual no consiste en una constante autoacusación y recriminación sino en una decisión absoluta e irrevocable de no volver a caer en la falta cometida. El que verdaderamente se arrepiente perdona a quien le hizo daño y se perdona a sí mismo y comprende que este perdón no es la cancelación de la deuda sino el reconocimiento de que se causó un daño y se va a reparar por la Ley de Equilibrio Universal, pues perdonemos o no, la falta será cobrada a menos que sea cancelada por un sacrificio de compensación prestando servicio amoroso y desinteresado. El verdaderamente arrepentido no guarda ningún resentimiento contra ninguna criatura (y así se desliga Kármicamente de ella) y no vuelve a cometer el mismo error.
Reconoce que obró mal y decide de una vez y para siempre actuar con rectitud en el futuro. Tal decisión va acompañada de una actitud de sacrificio que consiste en la reorientación de las energías que se usaron para hacer el daño, hacia otra positiva dirección. Esto no debe convertirse en una supresión de apetitos, una lucha empecinada en no dejar salir al exterior nuestros deseos inferiores.
Esto es un error. El verdadero sacrificio está en poner a trabajar para el bien las fuerzas que antes usamos para el mal. Cada vez que aparezca a flote nuestro deseo de reincidir, debemos convertirlo en impulso constructivo en el plano Físico. Vital, Emocional o Mental. Para esto se requiere el ejercicio poderoso de la Voluntad, del Amor - Sabiduría y de la Acción. En este paso del camino de redención puede surgir un inconveniente: si el Karma viene de una vida anterior, el individuo no recordará conscientemente el daño que hizo y puede estar desorientado en cuanto al objeto de su arrepentimiento, especialmente si hizo un buen trabajo postmortem y ha afianzado en su consciencia un gran impulso hacia el bien. Es aquí donde a muchos les cuesta trabajo aceptar que se equivocaron en el pasado. Esta es un difícil escollo que hay que salvar y aquí la astrología espiritual puede acudir en nuestro auxilio, pues ella revelará en forma precisa las causas ocultas de cada experiencia de nuestras vidas. La verdadera ciencia astrológica muestra al individuo el Karma que ha cosechado y cuáles fueron las semillas sembradas. Así, el sujeto sabrá de qué arrepentirse.
El paso siguiente es la restitución, la cual es aún más difícil y a muchos les parece que es imposible. Sin embargo, el devolver lo quitado es algo que nos toca a todos ya sea en esta vida o en siete más adelante pues la Ley de Causalidad es infalible. El apresurar el proceso es la clave de la redención del Karma. Muchas veces sucede que los seres a quienes hicimos daño o despojamos de sus bienes, de su tranquilidad, de su amor, de su libertad, etc., no están presentes o no están dispuestos a permitir que nos les acerquemos porque desconfían de nosotros o no quieren perdonarnos. Es entonces cuando debemos recordar que si hacemos daño a alguien estamos faltando a la Vida Una presente en cada ser y que el amor necesario para la restitución podemos brindarlo a esa sublime existencia presente en todo ser humano. Si odiamos a una persona podemos ahora amarlas a todas. Si robamos a alguien podemos volvernos generosos con los que necesitan lo que ahora tenemos.
Si quitamos la vida a alguien podemos ayudar a que otros vivan. Si quitamos a la gente su tranquilidad, paz, alegría, tiempo, salud, etc., podemos dar a la humanidad entera todas estas cosas. Sin embargo, si podemos hacerlo con quien cometimos la falta es lo mejor pues no podemos eludir a nadie ya que el Universo se encargará de que lo reencontremos alguna vez para reanudar los lazos antiguos. El orgullo debe caer por el suelo sin permitir que seamos mancillados. En el fondo, todos los seres están dispuestos a perdonarnos porque el Amor habita en la consciencia superior de cada hombre.
La restitución debe llegar hasta haber hecho todo lo posible y aún algo más para compensar el mal hecho o devolver lo quitado a otros o a sí mismos. Como muchas veces es imposible una completa restitución dentro de una encarnación, una vida de servicio amoroso y desinteresado a los demás demostrará nuestras verdaderas intenciones de cambiar. Sin embargo, no es la cancelación del Karma lo que debe motivarnos a servir pues habría un interés de por medio, sino el despertar de la Divina Fuerza del Amor latente en nuestro interior y el reconocimiento de la unidad de cada uno con todos para la Fraternidad Universal, pues el servicio verdadero está lejos de todo interés egoísta. El servicio interesado es solo un canje y no está motivado por un verdadero deseo de dar de sí mismos.
A menudo se cree que cuando tenemos tras de sí un gran Karma, especialmente si es de Destino Maduro, una gran obra reconocida mundialmente y que esté al alcance de toda la humanidad debe ser hecha para redimirlo. Esto no es cierto. Lo que sí es verdad es que debe realizarse una gran transformación interior que permita que nuestro amor fluya hacia toda criatura que se acerque a nosotros, que nuestra conciencia busque la Conciencia Universal, que nuestra vida se realice de acuerdo con las Leyes Naturales, que
nuestro corazón logre el olvido del resentimiento por todo agravio, que nuestro ser entero luche por la verdadera libertad de los demás y de sí mismos, que nuestros deseos inferiores sean transformados en virtudes edificantes. La verdadera redención del Karma implica edificantes. La verdadera redención del Karma implica caminar por el Sendero de Perfección, el cual es la vía de la Divina Pureza que conduce a la Santidad.
Quienes han hecho daño a muchos seres harán bien en promover obras que beneficien a las masas, y quienes han hecho daño a pocos harán bien siendo servidores de las minorías. Todo depende de cuánto amor hemos desarrollado y cuánta capacidad tenemos
para dar. Quienes pueden hacer grandes obras apresuran su liberación pero también lo hacen quienes realizan los pequeños servicios que les parecen tediosos a otros. A veces estos pequeños servidores son realmente los más grandes, pues como dijo el Divino Maestro: "Quien quiera ser el primero sea el último y el servidor de todos". Muchos que hicieron grandes obras para transmutar el Karma pasado se hicieron acreedores a otro al ser arrastrados por el deseo del reconocimiento a su labor o por el orgullo de la fama, en tanto que otros que pasaron inadvertidos alcanzaron grandes logros espirituales.
La clave de la transmutación Kármica está en la transformación interior y no en la represión de los deseos inferiores. Todo aquel que desee liberarse de un Karma de destino maduro deberá cumplir este requisito y cambiar el impulso de la naturaleza animal por el de la Divina Pureza. De lo contrario, la lección debe continuar pues las fuerzas de los rayos planetarios serán superiores a sus energías áuricas y el individuo sucumbirá ante la fuerte presión. Por eso, la experiencia muestra que casi siempre el destino maduro no puede ser eludido, pues la naturaleza inferior no ha sido subyugada y el Ego debe aprender por la vía del sufrimiento para encontrar su propia luz.
Vemos por todo el mundo el látigo del dolor azotando las vidas de millones de seres sumidos en una gran ignorancia de las Leyes Naturales o haciendo caso omiso de ellas con una sonrisa de desdén. El Karma cae por igual sobre pobres y ricos, sabios e ignorantes. No hay indulto para nadie. La Ley Universal es infalible.
Solo el conocimiento puede quitar la venda de los ojos de la humanidad para desarrollar en el corazón del hombre el divino manantial del Amor a través de la fe, la cual no es otra cosa que conocimiento interno aplicado y no creencia ciega como afirman algunos religiosos.
Muchos desean dejar de sufrir pero sin hacer nada por cambiar sus vidas. Por el contrario, siguen transgrediendo la Ley Natural y acumulando más sufrimiento para el mañana. Por eso, no es de extrañar que casi todos los seres humanos sufran enfermedades físicas o en el campo emocional y mental. La Tierra misma está contaminada con los miasmas del dolor y muchos Egos vienen a cancelar deudas bajo destino maduro. Es el duro camino del transgresor. Por eso, nacen muchos bebés con enfermedades congénitas y existen muchos seres con males casi incurables y no es precisamente por un vano capricho de la Divinidad. Es duro decirlo pero es la obra de la Justicia Universal la que ha hecho que convirtamos nuestro planeta en un valle de lágrimas al quebrantar la Ley. Solamente el vivir una vida espiritual de pureza y Santidad hace posible la redención del Karma y el que nos labremos un mejor mañana, pues de nuestras obras actuales podemos deducir el futuro que nos espera ya que cada ser humano es el Arquitecto de su propio destino. Viviendo existencias virtuosas, algún día todo el Karma pendiente será cancelado y podremos aprovechar el Darma que hace que las divinas fuerzas cósmicas trabajen a nuestro favor. Debemos recordar sin embargo que llevamos muchas encarnaciones transgrediendo la Ley Natural y que debido a esto probablemente tenemos mucho Karma acumulado.
Nadie espere cancelar todas sus deudas con el destino en unos pocos meses a menos que su obra de amor pudiera redimir a la humanidad entera. Hoy en día, muchos especuladores ofrecen técnicas para borrar las deudas del pasado como si fuera muy fácil; no existe ningún método diferente al de hollar el Sendero de Perfección que pueda eludir la Ley de Causalidad, de la cual serán reos todos estos vendedores de ilusiones.
El arrepentimiento verdadero de los malos actos cometidos en esta encarnación tal como se plantea en esta obra, es un procedimiento que borra del Átomo Simiente la memoria de tales actos, de tal manera que las escenas correspondientes no aparecerán en la fase purgatorial en la vida postmortem. Si constantemente estamos revisando nuestro diario acontecer no tendremos que vivir un purgatorio al morir pues la esencia de rectitud derivada será asimilada por el Espíritu durante la encarnación. Si igualmente valoramos continuamente nuestras buenas acciones, sin dejarnos llevar por el orgullo, y extraemos la esencia del bien realizado aportando nuestras energías del desarrollo de la virtud, estaremos viviendo nuestro Cielo en la Tierra y acortaremos el tiempo entre cada dos existencias pudiendo disfrutar de la oportunidad de vivir más prontamente encarnaciones terrenales que nos traen un gran desarrollo del Amor, Sabiduría y Poder espirituales.
Cada noche, al terminar nuestra faena, podemos repasar nuestros actos del día en orden inverso de como sucedieron y revivir la experiencia de ellos, siendo conscientes del buen o mal manejo de nuestras energías, de acuerdo con las leyes cósmicas. Si hemos obrado bien, nos reafirmaremos en la bondad, y si hemos obrado mal, corregiremos nuestros patrones de comportamiento para no recaer en el mañana. Este ejercicio de retrospección es equivalente a una experiencia postmortem día a día y es de una ayuda valiosísima en el Sendero Espiritual. Es necesario sin embargo que no se convierta en una hábito monótono de recordar sino que exista la suficiente intensidad de sentimiento para incorporar la esencia de rectitud en la memoria supraconsciente del espíritu. Si hacemos esto todo los días, seremos cada vez individuos con más luz espiritual y nos ahorraremos muchísimos años de sufrimientos en la tierra y en el más allá. Quienes hagan esto con verdadera conciencia, al morir irán directamente al Segundo Cielo y tendrán allí una vida más provechosa. Este ejercicio científico sirve para transformar nuestras vidas a partir del momento en que comencemos a hacerlo pero muchos pueden preguntarse qué hacer con los hechos acaecidos antes de conocerlo.
Para esto, existe un ejercicio espiritual que el autor ha dado en llamar la Meditación de la Muerte y que puede ayudar en gran medida con los actos pasados. Para esto, el individuo debe buscar un lugar donde pueda permanecer solo, sin ser interrumpido durante cierto tiempo y dónde pueda disfrutar de tranquilidad. Un retiro en el campo, en contacto con la naturaleza, sería ideal. Una vez dispuesto, el sujeto debe suponer que ha llegado la hora de su muerte y vislumbrar el Panorama de la vida que ha vivido, haciendo un esfuerzo por recordarla al máximo posible y en orden inverso de como ocurrieron los hechos. Posteriormente, debe analizar nuevamente cada acto donde obró mal y vivir con toda intensidad de sentimiento una experiencia purgatorial que le permita sentir en carne propia el mal causado a otros, lo cual debe ser seguido de todo el proceso de arrepentimiento anteriormente descrito. Luego, y siguiendo el mismo orden inverso, el individuo hará otro tanto con sus buenas acciones, y efectuará un balance total de la vida que ha tenido hasta el presente, mirando de los efectos a las causas e incorporando en su conciencia la esencia de rectitud. La meditación de la muerte puede durar varios días y hacerse en varias etapas pero siempre preferiblemente solo pues equivale a la experiencia de la muerte. Para hacerla bien es conveniente prepararse previamente intentando hacer un ejercicio de retrospección semanal, mensual y anual. Cuando se tenga cierta práctica se puede intentar la meditación total, la cual será de gran valor. Muchas personas que la han hecho correctamente han visto reorientar sus vidas gracias al grado de conciencia alcanzado, y realmente muchísimas de las escenas son borradas del Panorama de la vida en el Átomo Simiente. Es necesario recalcar que no basta recordar. Es necesario revivir y tener conciencia de cada acto o de lo contrario será una pérdida de tiempo. Si el ejercicio se hace bien, se experimentará un verdadero renacimiento espiritual y se habrá dado un paso más en la redención del Karma.
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del libro "El Misterio de la Vida: Antes y después de la muerte"
José Vicente Ortiz Zárate
digitalizado por JMF12-2-15
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