jueves, 12 de febrero de 2015

EL SENDERO DE LA VIDA - en you tube -


EL SENDERO DE LA VIDA 

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Así como el cuerpo Físico tiene cierto tiempo de incubación que culmina con la ruptura de la placenta y su liberación al mundo Denso, de igual forma todos los demás vehículos tienen su tiempo de gestación y liberación. Cuando un niño nace, estamos asistiendo tan solo al alumbramiento del cuerpo Físico, pero los demás vehículos permanecen dentro de sus placentas cósmicas. El tiempo de incubación y nacimiento de cada uno de sus cuerpos depende de su antigüedad evolutiva, la cual marca la experiencia del espíritu en su construcción. El Cuerpo Denso fue el primero adquirido en la historia de la evolución del ser humano en este sistema solar. 

Posteriormente lo fue el cuerpo Etérico, luego el Emociona! y por último el Mental, que es la más reciente adquisición. Los primeros cuerpos desarrollados corresponden a las energías más densas, más fáciles de controlar por nosotros ahora, y los cuerpos más nuevos son de energías más sutiles sobre las cuales tenemos menor dominio. 

El cuerpo Mental es el más reciente y del cual conocemos menos siendo apenas una nube de energía inorganizada. Su incubación y construcción comienzan primero y demoran más tiempo, en tanto que el cuerpo Físico es aquél sobre el cual tenemos mayor control y por lo tanto su gestación comienza de último y termina pronto, siendo el primero en nacer pues la sabiduría inconsciente del Espíritu puede reconstruirlo a una velocidad sorprendente. 

En realidad el nacimiento es un proceso cuádruple: tenemos cuatro alumbramientos, pues cada cuerpo nace en sucesivos períodos de aproximadamente siete arios, demarcados por ciclos lunares. Al comenzar la vida en la Tierra nace el cuerpo Denso; a los siete años aproximadamente nace el cuerpo Etérico; alrededor de los catorce años nace el cuerpo Astral y hacia los veintiún años alumbra el cuerpo Mental. Las actividades verdaderas de cada cuerpo comienzan en estos períodos. Las aparentes funciones en estos vehículos en edades anteriores son debidas a la actividad de los cuerpos planetarios que se expresan a través de las placentas de los vehículos en incubación. Cada cuerpo necesita además ciertos períodos de desarrollo. En el presente estado evolutivo cada vehículo se desarrolla en cuatro etapas de siete años aproximadamente. El cuerpo Denso nace a la entrada a la vida y madura a los veintiocho años. El cuerpo Etérico nace a los siete años y madura hasta los treinta y cinco. El cuerpo Emocional nace a los catorce y madura a los cuarenta y dos. y el Mental que nace a los veintiuno madura hacia los cuarenta y nueve. 

Al momento del llamado nacimiento todos los vehículos se encuentran interpenetrados entre sí con el Ego en su interior, pero no son totalmente activos. Ninguna de sus cualidades positivas está en funcionamiento en tanto que las cualidades pasivas o negativas están superaumentadas. Los cuerpos planetarios hacen de matriz para todos los vehículos y las actividades positivas se ven estimuladas gracias a ellos ayudando así a su maduración. La asimilación, facultad activa del Éter Químico del Cuerpo Etérico, es muy especial en el niño gracias al cuerpo Vital terrestre. La excreción, facultad pasiva, está descontrolada. La capacidad de propagarse inherente al Éter de Vida está latente, en tanto que la excreción de fluidos correspondiente al mismo éter está descontrolada. La pasiva función de percepción sensorial debida al Éter Lumínico está superaumentada en tanto que su función positiva de calentar la sangre y manejar la circulación es debida al éter Luminoso planetario. Las actividades del Éter Reflector, están igualmente trastornadas. Su función positiva que permite la expresión del pensamiento está latente en tanto que la función pasiva de percepción y grabación esta activada. Los niños son clarividentes y pueden ver los mundos sutiles en los primeros años de vida. 

Con el cuerpo Astral ocurre lo mismo. Las propiedades pasivas están presentes haciendo al niño super sensible al dolor físico, en tanto que las cualidades positivas que permiten sentir ciertas emociones están ausentes. La aparente emotividad infantil es temporal siendo reflejo del cuerpo Astral Planetario que dota al niño de una energía fantástica que le permite moverse constantemente. 

La mente está también parcialmente activa. Su cualidad pasiva que hace al niño enseñable en alto grado está super aumentada mientras que el positivo pensamiento original está casi ausente. 

Todas las facultades latentes al nacer van madurando y manifestándose en el transcurso de los períodos septenarios. 

A los siete años nace el cuerpo Vital el cual es liberado de la matriz planetaria, rompiendo su placenta de éter. Entonces madura el Éter Químico y el niño controla la asimilación y la excreción, y comienza una etapa de rápido crecimiento, cualidades exclusivas de este éter. Este proceso acelerado de aumento de talla no se detendría si a los catorce años no naciera el cuerpo de Deseos que refrena al Vital. 

Al nacer el Astral se libera de su placenta del mundo del Deseo, marcando el período de la pubertad donde las emociones juegan un importante papel en la vida, determinando casi por completo las actividades diarias. Al mismo tiempo, a la edad de catorce años, madura el éter de Vida del cuerpo Etérico que capacita al individuo para la procreación hacia la cual siente un poderoso impulso interior al nacer la atracción por el sexo opuesto. 

Es también la época de sueños e ilusiones. En este período septenario la actividad mental aumenta pero aún no se debe a una manifestación externa de la mente del individuo sino del mundo del Pensamiento Planetario que actúa a través de su cuerpo mental en incubación nutriéndolo para llevarlo a su nacimiento el cual ocurre hacia los veintiún años cuando rompe su cubierta placentaria permitiendo al individuo la expresión del pensamiento verdaderamente original por el contacto real entre los vehículos y el Espíritu. Esto se hace mediante la acción del Éter Luminoso del cuerpo Etérico que madura justo a esa edad gobernando el corazón de tal manera que controle la temperatura y circulación de la sangre que puede ser llevada en una diferente forma al cerebro para la actividad pensante. En la infancia el niño tiene frecuentes descontroles de temperatura e igual le sucede al adolescente en el cual unos grados de más le producen el desenfreno emocional y una disminución de calor le lleva a la depresión y la apatía debidos a que en este período septenario es el cuerpo de Deseos el que gobierna. La sangre es una esencia muy peculiar gobernada por el Eter Lumínico, y a través de la cual el Espíritu trabaja especialmente sobre sus vehículos, siendo la conductora de fuerzas sutiles importantes. 

El fluido sanguíneo es dirigido por el Espíritu hacia el lugar activo en un momento determinado. Va a la cabeza si se trabaja intelectualmente, al estómago e intestinos durante la digestión, a los músculos durante el ejercicio físico, etc., pues es la conductora de los éteres que reconstituyen y fortifican el cuerpo Denso, así como del oxígeno que vitaliza los órganos, al canalizar el fluido solar, y del alimento que lo nutre físicamente, llevando además los residuos a los órganos de excreción. El Éter Luminoso controla el calor de la sangre pues cada Espíritu sólo puede funcionar a cabalidad dentro de sus vehículos a una temperatura determinada adecuada a su vibración particular. Si es muy alta o baja, el Ego es arrojado fuera de sus cuerpos. Por eso, en la fiebre las personas deliran y en los accesos de ira están fuera de sí perdiendo el control; la vergüenza hace sonrojar al individuo cuya sangre fluye en exceso al cerebro y lo sobrecalienta paralizando el pensamiento; el temor hace que el fluido vaya al plexo solar, la temperatura descienda y la sangre "se hiele" en las venas deteniendo el habla, el pensar, los músculos,
etc.; y el frío excesivo puede causar pérdida del control e inconsciencia. 

El calor apropiado a la sangre es controlado perfectamente cuando madura el Éter Luminoso y nace la Mente a los veintiún años, y la serenidad y el equilibrio pueden mantener el pleno control del individuo sobre sus vehículos. A los veintiocho años madura por completo el Éter Reflector estabilizando el proceso de expansión propio del cuerpo Etérico y deteniendo el proceso de crecimiento de estructuras en el cuerpo Denso. La capacidad de transmitir experiencias del mundo físico al plano del Espíritu entra en plena actividad e inicia el comienzo de la vida seria. Durante este período septenario, el planeta Saturno vuelve a ocupar el mismo signo zodiacal en el cual estaba al nacimiento y su influencia impele al hombre a asumir las responsabilidades de su propia existencia, apartándose probablemente de su casa paterna, buscando la formación de su propio hogar y participando de la vida social. En este período, los vehículos del hombre han nacido todos y el cuerpo Etérico que conecta al Denso está completamente maduro permitiendo la real expresión del Espíritu humano en el plano Físico. A los treinta y cinco años termina la maduración del cuerpo Astral y el Ego es impulsado a un nuevo cambio de vida. De los cuarenta y dos a los cuarenta y nueve años, la Mente madura por completo y el hombre llega al máximum de mentalidad permitiendo la completa expresión del poder de la Voluntad interior. Entonces, al haber cumplido siete períodos de siete años, el Ego tiene la posibilidad de una máxima manifestación de sus facultades. 

Cada etapa septenaria va marcando cambios fundamentales de acuerdo con los procesos de nacimiento o maduración de los vehículos pues son éstos los que realmente producen las conocidas manifestaciones y tendencias que se operan al término de la primera infancia, comienzo de la pubertad, juventud, edad adulta, etc. 

El grado de conciencia es aumentado en cada una de estas etapas. 

Así, puede decirse que el nacimiento del cuerpo Denso nos da una conciencia mineral, el nacimiento del Etérico una conciencia vegetal, el alumbramiento del Astral nos trae una conciencia animal y el nacimiento mental nos despierta a la conciencia humana. 

Al cumplirse el cuarto período septenario el ser humano ha recapitulado sus primitivos períodos de evolución y entra en la verdadera vida, comenzando a vivir realmente y habiendo sido los años anteriores de repaso, preparación y adaptación a las nuevas condiciones de encarnación. El mismo Jesús El Cristo comenzó su vida pública después de este cuarto período de siete años, ya que al culminar éste el Espíritu alcanza el mismo nivel de conciencia que tenía en su encarnación pasada. 

El movimiento del Sol, la Luna, y los planetas a través de los signos del Zodíaco va marcando el momento preciso para el desarrollo de los diversos acontecimientos planeados antes de venir a la nueva vida, de tal suerte que cada encarnación en la Tierra es un proceso completamente organizado por el Espíritu donde cada situación implica una lección por aprender. Si nuestro poder de Epigénesis nos lleva a cambiar el rumbo, por sucumbir a los embates de la naturaleza inferior, transgrediremos leyes naturales que nos traerán Karma futuro y de paso nuestros vehículos se deteriorarán más rápidamente, cristalizándose en exceso. Este proceso puede acortar la vida del Arquetipo y hacer que disminuya el tiempo de encarnación. Si por el contrario, nuestra voluntad nos impulsa a obrar correctamente y a aprender nuestras lecciones con sabiduría, nuestros cuerpos se mantendrán saludables y longevos y la vida del Arquetipo podrá ser prolongada para aprender lecciones adicionales, aprovechando la utilidad de la presente encarnación. 

Así, la vida transcurre hasta que finalmente la muerte nos sorprende cerrando un nuevo ciclo de experiencias al haber recorrido una vuelta más de la espiral evolutiva. 

Este proceso se repite muchísimas veces, siendo la existencia terrenal la escuela de la experiencia. Un Espíritu encarna, en condiciones normales, dos veces durante cada era zodiacal, una vez como hombre y otra vez como mujer, para tener experiencias en los dos sexos durante la misma influencia estelar. Cada era dura unos dos mil cien años, de tal suerte que cada encarnación ocurre mas o menos cada diez siglos o mil años. 

Debido a las tensionantes condiciones de las pasadas guerras mundiales y a los presentes enfrentamientos en todo el globo, muchos Egos han sufrido muertes traumáticas, perdiendo total o parcialmente las experiencias de sus vidas, lo cual obliga a tener renacimientos sucesivos en forma rápida. Esto explica el aumento de la mortalidad infantil en las últimas décadas y también aclara el por qué algunas investigaciones científicas revelan que muchos sujetos han tenido encamaciones seguidas en tiempos muy cortos. 

Hoy en día, muchas personas recuerdan sus encarnaciones anteriores, especialmente cuando niños. Indudablemente los más aptos para hacerlo son los seres más evolucionados o aquéllos que en sus vidas anteriores murieron antes de los catorce años, debido a que vuelven a nacer con sus antiguos cuerpos astrales pues si un ser humano muere en la infancia aún no ha nacido su cuerpo de Deseos, y lo que no nace no puede morir. Estos cuerpos emocionales contienen parte de la información acerca de la encarnación que pasó, lo que trae en la vida presente algunos vividos recuerdos. Sin embargo, la mayoría de los seres humanos no recuerdan nada de su vida anterior debido a que han desarrollado muy poco Éter Lumínico y Reflector en su cuerpo Vital, los cuales son el asiento de la percepción y de la memoria. Tales éteres constituyen el llamado Cuerpo del Alma o Dorado Vestido de Bodas que se conserva vida tras vida. En las personas más avanzadas estos éteres sobresalen de la periferia del cuerpo denso y dan al aura un brillo resplandeciente característico. Algunos pintores clarividentes expresaron esta realidad en sus cuadros de santos y vírgenes y de ahí vino la costumbre de colocar un halo de luz alrededor o sobre las cabezas de seres virtuosos. 

Cada pensamiento, palabra, deseo y acto de un ser humano revela lo que hay en su interior y es un reflejo exacto de su estado de evolución, de tal forma que hasta el cuerpo humano es un condensado de fuerzas cósmicas en el cual se puede hacer una lectura perfecta del nivel evolutivo. Todo lo que tenemos, todo lo que está a nuestro alrededor, ha llegado allí porque cada ser humano lo ha atraído y porque es lo que necesita tener para su desarrollo en este momento. Todo individuo es un sembrador de semillas y a la vez un recolector de frutos de su trabajo en pasadas vidas. La ley de causa y efecto permite que la siembra sea voluntaria pero hace de la cosecha una obligación. En cada instante de nuestra existencia estamos labrando nuestro destino futuro. Tenemos poco o ningún poder sobre las causas generadas en el pasado pero gozamos de una gran libertad en cuanto al futuro, gracias al poder de la Epigénesis. 

Cada cosa que nos ocurre está revestida de la más perfecta justicia. El que reniega de su vida hace el mismo papel del que lanza improperios contra su imagen en el espejo. Nosotros mismos decidimos antes de venir aquí todo lo relacionado con nuestro papel en la vida, nuestra pobreza o abundancia, nuestra familia y país, y hasta el color de nuestra piel. Escogimos a los seres que hoy nos rodean para ser nuestros compañeros de faena. Toda abundancia y grata compañía nos llega por Darma y toda carencia o enemistad por Karma. Ese es el misterio de la vida. 
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del libro  "El Misterio de la Vida:  Antes y después de la muerte"
José Vicente Ortiz Zárate

digitalizado por JMF12-2-15

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