martes, 7 de junio de 2011

PUREZA


Pureza

Nunca podrá alcanzarse nada sin esfuerzo, es decir,
sin tapa (ascesis). ¿Cómo, pues, va a ser posible la
autopurificación sin esfuerzo?

Quien es verdaderamente puro en su fuero interno
no puede ser exteriormente impuro.

Cuando el interior es puro,
el exterior también lo es.

La impureza del espíritu es más peligrosa
que la impureza del cuerpo.

A fin de cuentas, ésta es un signo de aquélla.

Poco importa nuestra pureza personal
cuando nuestros vecinos no son puros.

Lo que vale para la pureza exterior
vale igualmente para la interior.

Si nuestro vecino es interiormente impuro,
ello nos concierne también a nosotros.

Qué gran error es exigir pureza a los demás
cuando nosotros somos impuros.

Una palabra que sale de un corazón puro
nunca es una palabra inútil.

La confesión de una equivocación es como una
escoba: la escoba barre la suciedad;
no otra cosa hace la confesión.

Es muy duro reconocer un error; pero no hay otra
forma de purificarse y quedar limpio.

La enfermedad debería ser para el ser humano ocasión
de avergonzarse, pues siempre pone de manifiesto
una carencia.

Quien está totalmente sano de cuerpo y alma
no padecerá ninguna enfermedad.

También los malos pensamientos son indicio de una
enfermedad.

Evitemos, pues, también los malos pensamientos.

Un pensamiento puro es tan sutil y, a la vez, tan
poderoso que lo impregna todo.

¿Acaso sólo es impuro lo que aparece impuro a
nuestros ojos?

Nos molesta que un objeto blanco tenga una mancha
de suciedad, por pequeña que sea; en cambio,
un objeto negro puede tener toda la suciedad del
mundo, y no nos preocupa lo más mínimo.

Consideramos impuro lo negro, y puro lo blanco.

Pero lo negro, cuando está en su sitio, equivale a
virtud, del mismo modo que lo blanco, cuando no
está en su sitio, es vicio.

Dice Confucio: «En un Estado debidamente organizado,
el progreso no se mide por la riqueza. Sólo la
pureza del pueblo y de su gobernante constituyen la
verdadera riqueza de la nación».

Dios es uno y no tiene figura ni forma. Nosotros
somos su espejo. Si somos rectos y puros, él se
refleja en nosotros. Sin embargo, si somos tortuosos
e impuros, también su imagen padece esa misma
distorsión.

Nuestro deber, por consiguiente, es ser diáfanos y
puros en todos los aspectos.

La pureza no tiene necesidad de ninguna protección
exterior.

Tan sólo necesita la ayuda de Dios.

La pureza interior y la exterior, cuando van a una,
conmueven a la Divinidad.

Sólo puede ofrecer un sacrificio el que es puro,
valiente y digno.

Si borramos el encerado,
quedará claramente visible la escritura de Dios.


de QUIEN SIGUE EL CAMINO DE LA VERDAD NO TROPIEZA
Mahatma Gandhi

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