Dicha y aflicción
Nadie se acuesta en un lecho de rosas;
la vida está llena de espinas.
Gozar de la dicha significa
llamar a la desdicha.
La verdadera dicha nace de la aflicción y el dolor.
El dolor es la otra cara del gozo.
Por eso el uno sigue inevitablemente al otro.
Del mismo modo que el gozo y el dolor forman un
par en el que el uno sigue al otro, así también ocurre
en todas las realidades de la vida.
Por eso, si buscamos la verdadera paz del corazón,
tenemos que elevarnos por encima de tales pares de
opuestos.
Dice Nanak: «El ansia de felicidad es una verdadera
enfermedad, cuyo remedio lo constituyen el
dolor y la aflicción».
La felicidad nos rehuye
cuando corremos tras ella.
En realidad, la felicidad viene de dentro.
No es un artículo de consumo que podamos comprar
en cualquier parte.
Cuantas más experiencias acumulo, con tanta
mayor claridad percibo que el ser humano es la
causa tanto de su felicidad como de su desdicha.
¿Por qué hay bondad y maldad, felicidad y miseria?
Dios es y, sin embargo, no es un ser individual. Dios
es a la vez ley y legislador. De donde se sigue que
el ser humano es lo que son sus obras: las buenas
obras le hacen crecer; las malas le disminuyen.
Nuestra dicha y nuestra paz de espíritu se basan en
que hagamos lo que consideramos correcto y adecuado,
no lo que otros dicen o hacen.
La dicha de cumplir calladamente con nuestro deber
no se parece a ninguna otra dicha.
No hay felicidad alguna como la verdad,
y no hay desgracia como la mentira.
Es sorprendente que incluso una persona que sabe
en qué consiste la verdadera felicidad pueda
malgastar inútilmente su vida por el camino de la
mentira.
La verdadera felicidad no consiste en conseguir lo
que a uno le gusta,
sino en esforzarse por sentir afecto por lo que a uno
no le gusta.
La alegría no tiene límites cuando alguien consigue
lo que supera sus propias expectativas.
La risa espontánea, no afectada,
es verdadera elocuencia
y es más eficaz que la palabra.
El ser humano puede reírse de su aflicción:
si llora, no hace más que incrementarla.
Quien hurga en su aflicción la multiplica.
Un sacrificio que provoca dolor
no es sacrificio en absoluto.
El verdadero sacrificio procura alegría y optimismo.
Dice Nanak: «Cuanto más indulgente sea uno consigo
mismo, tanto más infeliz será».
Cuando muere el yo, despierta el alma.
Cuando despierta el alma, desaparece toda aflicción.
de QUIEN SIGUE EL CAMINO DE LA VERDAD NO TROPIEZA
Mahatma Gandhi
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