PENSANDO CON EL CORAZON:
EL PODER INTUITIVO
Por definición, la intuición es el conocimiento
inmediato de una cosa, idea o verdad, sin el concurso del razonamiento. Es un
poder que los hombres modernos hemos olvidado por haber dado predominio al
proceso del pensamiento y, junto con él, a la herencia aristotélica de la
lógica, una forma ordenada de razonar, un juntar pensamientos en forma
organizada para llegar a conclusiones.
El homo sapiens, la especie humana de estos
tiempos, cree ciegamente que todo conocimiento proviene del proceso
razonador, y da poco o ningún valor científico al proceso intuitivo. Los
sistemas educativos son preponderantemente racionales y se basan en la
obtención de una vasta cantidad de información, a partir de la cual, en el
mejor de los casos, se realiza un proceso deductivo. El humano moderno aprende
a pensar con base en su memoria, y piensa que no es posible otra forma de
conocimiento. La información se obtiene con base en la percepción sensorial.
Las apreciaciones de los sentidos constituyen la experiencia científica. Nos
parecemos bastante a las computadoras, a los procesadores electrónicos de
información.
A pesar de este condicionamiento científico,
muchos seres humanos, por no decir que todos, han tenido en más de una ocasión
un conocimiento intuitivo, una luz acerca de algún tema, que apareció sin que
para ello interviniera el pensamiento. Pero, debido a la programación de pensar
lógicamente, tal entendimiento es puesto en duda o descartado, especialmente
cuando parece ser contrario a la razón. Nos sorprendemos, sin embargo, al ver que ese juicio pudo ser comprobado como cierto con
posterioridad. ¿De dónde vino este conocimiento? ¿Puede obtenerse en realidad
un saber sin que para ello intervenga la mente humana? Si
observamos un poco a la naturaleza, podemos obtener una respuesta lógica a
estos interrogantes. ¡Si sentimos a la naturaleza, recibiremos una respuesta
intuitiva!
Los animales, seres sensibles de un reino
evolutivo cercano al nuestro, no poseen la facultad de razonar. Su conducta,
hoy ampliamente estudiada, nos permite ver que aprenden y saben muchas cosas
que determinan la supervivencia de las especies. El hombre se maravilla de la
inteligencia de este reino y de su gran capacidad de transformación y
adaptación. Cada especie, a su manera, vive procesos de aprendizaje a lo largo
de su vida. Inclusive, se ha descubierto que cuando un animal aprende algo
nuevo, todos los de su especie parecen saberlo casi de inmediato, como si se
comunicaran telepáticamente, fenómeno que ha sido llamado resonancia mórfica. Ellos
aprenden sin razonar! No tienen otra escuela que no sea la propia naturaleza,
la cual no enseña a través del raciocinio. Los animales pequeños aprenden
conductas de sus padres y establecen así sus patrones de comportamiento. Cada
especie tiene sus propios esquemas. ¿Quién enseñó a los primeros de cada género? En un largo proceso, de tal vez millones de
años, aprendieron sin ser pensadores. Pero aún así, muchos de sus increíbles
procesos diarios parecen provenir de una inteligencia súbita innata. ¿Acaso son
intuitivos?
A veces el
conocimiento intuitivo no se refiere al presente o pasado sino al futuro.
Muchas personas suelen saber lo que ocurrirá con relación a un hecho venidero,
sin que haya manera de que se obtenga una conclusión razonada que lleve a predecirlo.
Las madres suelen saber lo que piensan sus hijos o lo que han hecho, con sólo
mirarlos o incluso a distancia. Podemos presentir el peligro al igual que casi
todos los animales. Podemos saber cosas, tener ideas nuevas, ser geniales, sin
que tengamos informaciones previas. No necesitamos sacar conclusiones lógicas
para saberlo todo. ¡Somos intuitivos! Somos seres extraordinarios con
una alta capacidad de percepción interna.
La intuición es una facultad que duerme en todos
los seres humanos, adquirida desde el comienzo de la especie presente, desde el
origen mismo del ente evolutivo. Fue tal vez más utilizada antes de que el ser
humano aprendiera a pensar en palabras, es decir, antes de inventar el
lenguaje, ese misterioso código de sonidos y símbolos a través de los cuales
pretendemos comunicarnos.
Estamos tan acostumbrados a este proceso de la
comunicación, que nos parece imposible tratar de percibir algo sin escuchar el
murmullo de nuestros soliloquios mentales, y sin recurrir al viejo baúl de la memoria,
la cual, en forma apresurada e insistente, proyecta sus imágenes y esquemas
estereotípicos de todo lo que acontece. Si por instantes logramos quedarnos
absortos, nos sentimos extraños, quizás asustados, inseguros, y de
inmediato buscamos a la protectora memoria, perdiéndonos de aquello que sigue
al proceso de silenciar la mente: la luz intuitiva, esa maravillosa corriente
de vida que nos permite conectar con la sabiduría interna, o con la sapiencia cósmica.
En cada encarnación, al nacer, recapitulamos el
proceso de desarrollo humano, y en las primeros años ignoramos el lenguaje,
viviendo intuitivamente, sin razonar. De no ser condicionados por el
aprendizaje, tendríamos que seguir viviendo de esa manera, y en lugar de pensar
lo que haríamos en una situación determinada, nos limitaríamos a sentir lo que
deberíamos hacer, actuando por impulso o por instinto, como se le llamaría a la
moderna, lo cual equivale a decir, de acuerdo con los dictados del habitante
interior, en forma muy semejante a los demás mamíferos.
Vale le pena intentar volver a usar con más
frecuencia esta habilidad dormida. A ese proceso de retomar el uso habitual de
la intuición, se le llama contemplación y consiste simplemente en poner nuestra atención en algo, para
percibirlo tal cual es, sin recurrir al vicio comparativo de la mente, es
decir, tratando de no razonarlo. Cuando tengamos dudas frente a la
toma de una decisión, en lugar de pensar cuál es el curso de acción a tomar,
desde el punto de vista de la lógica o de la conveniencia, dejemos salir ese
inicial impulso interior, carente de imágenes o de palabras, que casi siempre
trata de asomarse a la superficie de la consciencia y sintamos cuál es la opción acertada. Sólo así actuaríamos, desde el punto de vista de la sabiduría innata,
ese reflejo instantáneo de la sabiduría cósmica. Para trabajar en ello, es
necesario estar vigilantes, muy atentos a las estratagemas de las mentes consciente e inconsciente,
las cuales tratarán de tomar la vocería del
asunto. El automatismo del inconsciente, nacido de la experiencia, basada en
recuerdos arraigados en alguna parte de la memoria, funciona a una alta
velocidad, y no debe ser confundido con el impulso intuitivo, el cual es
silencioso, puro, libre del capricho, carente del deseo generado por
idealizaciones previas. Aunque la luz intuitiva está siempre ahí, casi a flote
en las aguas de la consciencia, es necesario entrenarse para descubrirlo, hasta
que logremos identificarlo plenamente, y diferenciarlo de otros ruidos del
proceso de vigilia.
La luz intuitiva es sencillamente la voz del
llamado Habitante Interior, esa presencia de vida que nos anima, y hemos de recordar que su
capacidad es ilimitada, pues goza de la esencia misma de todo cuanto existe, y
por lo tanto tiene infinitas conexiones con todas las cosas del universo. No
hay que menospreciarla de ninguna manera. Toda duda con respecto a sus alcances
constituye una limitación, un cerrojo inmediato al portal de lo intuitivo, que
cierra nuestra capacidad de percibir la luz interna, y abre el flujo a la
avalancha de pensamientos, provenientes de la mente razonadora.
La ventaja de usar la intuición, o dicho
simbólicamente de "pensar con el corazón", es precisamente el acceso
a una fuente ilimitada de luz, que aunque no siempre pueda ser traducida como
información cifrada, es más acorde con el arquetipo universal y nos aporta
despertar de consciencia. Alguien podría preguntarse si esto no sería un
retroceso evolutivo hacia el reino animal. Esta pregunta, efectivamente
obedecería a una previa información de que los animales son inferiores al
hombre, por el sólo hecho de que no razonan ni se comportan como nosotros, lo
cual no pasa de ser una creencia. El suceso de que aparentemente, en los
últimos miles de años, la aparición de los animales haya sido anterior a la del
hombre y que éste haya desarrollado una tecnología, no garantizan la
superioridad del homo sapiens sobre ninguna otra criatura. De hecho, los
animales salvajes parecen comportarse de manera inteligente y cometen menos
descalabros ecológicos que nuestra ególatra especie. El proceso del pensamiento
dio lugar a la ciencia y a las creencias, los cuales son marcos
conceptuales que nos hacen ver el universo de una manera determinada, y que con
frecuencia limitan nuestra capacidad de observación, pues el proceso educativo y aparentemente formativo
se limita a aprender estos marcos de referencia, saturando de información a la
memoria, todo lo cual conduce al automatismo y a la cristalización de la mente.
La mayoría de los seres humanos se han acostumbrado tanto a creer en lo aprendido, que terminan sus vidas convertidos en verdaderos
fósiles mentales. Los sabios, los llamados genios, suelen ser contemplativos,
intuitivos, verdaderos investigadores, seres atentos a la luz cósmica.
Cada ser humano puede despertar la facultad
intuitiva que duerme en él, reaprendiendo el proceso de leer en el libro del Ser Interior. Frente a las innumerables alternativas
que se presentan en la vida, esas misteriosas encrucijadas del camino humano,
la mente condicionada se pregunta cuál será la mejor vía, antes de decidirse
por cualquier rumbo. Si queremos actuar intuitivamente, no deberíamos
plantearnos lo que pensamos al respecto. Podemos cambiar el interrogante y
preguntarnos qué es lo que sentimos, y tomar nuestras decisiones de acuerdo con
nuestra sensación interna, y no de acuerdo con una sanción mental, basada muy
seguramente en la memoria. De esta manera, cuando nos demos cuenta de lo
efectivo que es el lenguaje silencioso de la intuición, rescataremos nuestra
confianza y reaprenderemos el uso de esta maravillosa facultad. Efectivamente,
aprendiendo a observar, siendo verdaderamente contemplativos, nuestra fuerza
intuitiva, esa sabiduría milenaria, despertará de su estado de hibernación para
convertirse en nuestra lámpara exterior, en una guía extraordinaria que nos
conducirá siempre por caminos de menor sufrimiento, más adecuados a nuestro
propio desarrollo.
Al comienzo, no será fácil. La dominante mente,
acostumbrada a la respuesta automática condicionada, se opondrá muchas veces al
impulso interno; te sentirás en conflicto pensando que puedes
estar tomando decisiones que son contrarias a la razón. Debes esgrimir entonces
argumentos fuertes en contra de tu propia mente para lograr silenciarla, y
hacer desaparecer la presión de su influencia. A esto deberás sumar el asunto
de que quienes te rodean te presionarán también a actuar por la vía de la
lógica, y en muchas ocasiones te dirán que estás equivocado, o que has perdido
el juicio del todo.
Luego, deberás de enfrentar el
hecho de que los resultados no siempre son lo que la mente consideraría como lo
mejor. Si caminas por la senda intuitiva, los resultados serán los que la
Inteligencia Universal considere como mejores en tu caso particular. El tiempo
se encargará de silenciar los constantes asaltos de la mente, al demostrar que
la luz interior es real.
Un peligro adicional es el acontecimiento de que
la mente tratará de infiltrarse en el mensaje intuitivo, desde el inconsciente,
para salirse con la suya. Para evitar este riesgo, al comienzo es necesario
auscultar nuestra sensación interior en forma repetida, para corroborar que se
mantiene en su misma intensidad. Cuando un deseo caprichoso se ha filtrado, su
fuerza muere al poco tiempo y no resiste las insistentes preguntas: ¿En verdad es eso lo que siente mi Habitante Interior? ¿No habrá alguna
personal intención en esta sensación? ¿Cuáles son mis verdaderas intenciones?
¿Es mi Ser Real el que habla
silenciosamente, o es mi ego astuto haciéndose pasar por mí? Hay que jugar un
poco al detective y aprender a descubrir cuál es el mensaje real y cuál el
disfrazado, con una verdadera intención de hacerlo. El proceso no es un juego
para parecer sabio sino para serlo realmente. El mundo intuitivo es como un
lugar misterioso, al que se tiene acceso por un túnel cuya entrada real está
oculta por varias estancias que buscan engañar al que no
está preparado para descubrirlo. La primera estancia se llama mente consciente,
el lugar del conocimiento. Al fondo de ella hay otra puerta que lleva a un
segundo recinto: la mente subconsciente, cuyo asiento real es la memoria
condicionada. Sólo después de trascender esta estancia, se halla la puerta del
túnel que lleva al mundo de la sabiduría, un universo que nos conecta con la
omnisciencia cósmica.
“La búsqueda interior implica la desmitificación del yo, la ruptura con todos los antiguos paradigmas acerca de la naturaleza humana, el descondicionamiento de los modelos socioculturales y una gran osadía para el cambio.”
Jose Vicente Ortiz Zarate
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