EPIGENESIS: FACTOR CLAVE DEL PROGRESO EVOLUTIVO
El proceso de desenvolvimiento, en este esquema del Sistema Solar, se divide en dos etapas, denominadas Involución y Evolución. Durante la primera, la
Chispa de la Llama Divina adquiere y desarrolla los arquetipos de sus futuros cuerpos
o fluidos, a través de los cuales investigará los diferentes niveles de
vibración (físico, vital o pránico, emocional, mental y
espiritual) del sistema en el que está inmerso, con el objeto de convertirse en un creador.
Posteriormente, durante la Evolución, sus fluidos o vehículos se perfeccionan a través de transformaciones y
mejoramientos sucesivos, que son posibles gracias a la experiencia y al
desenvolvimiento de las facultades latentes ganadas durante la involución. Sin
embargo, el progreso es algo más que Involución y Evolución. Existe un tercer
factor denominado Epigénesis, que constituye una clave adicional del adelanto biológico y espiritual de todo ser.
La epigénesis es el genio inventor que permite crear los mejoramientos que conducen a la perfección.
Es una facultad que facilita la expresión de la originalidad individual, y que
hace realmente posible la creación. Si el progreso evolutivo fuera únicamente un desenvolvimiento de facultades latentes, sólo
habría una imitación, y en ningún momento un proceso creador, puesto que los
arquetipos originales de los cuerpos, que permiten la manifestación del
espíritu, han sido proporcionados al hombre por Jerarquías Superiores, fuerzas universales de Inteligencia
Cósmica.
El ser humano, hecho a imagen y semejanza de la
Divinidad, es un creador, y como tal expresa esta cualidad a través de la
epigénesis, en la actualidad en forma inconsciente. En los diversos campos de
la acción humana, cuando el genio creador entra en actividad notoria, nos encontramos
con los verdaderos inventores, quienes han contribuido al avance
de las civilizaciones. Si un hombre que deseara crear algo novedoso se basara únicamente en los
conocimientos que al respecto han sido dados, y no se permitiera pensar que
podría haber una forma diferente de hacer las cosas, entonces, nunca tendríamos
un nuevo invento, y la evolución cesaría de ser un proceso de crecimiento
continuo, convirtiéndose en una repetición monótona;
el camino dejaría de ser espiral para convertirse en
circular. En el sendero de desarrollo espiritual estamos ejerciendo el poder de la
epigénesis, en forma constante, al introducir cada vez nuevas y mejores
adaptaciones en nuestros vehículos de consciencia, pero rara vez hacemos uso de
este poder maravilloso en forma consciente, mientras estamos viviendo en el
cuerpo físico, lo cual hace que nuestro progreso en los diferentes estados de consciencia sea muy lento. Esto se debe en parte a la
inseguridad interior, propia de aquel que no ha desarrollado el valor y la osadía.
Tal vacilación lleva al individuo a aferrarse a lo establecido,
por temor a que aquello que surja de él no valga la pena, o por la incapacidad
de creer que tiene un poder creador. Este desacierto ha llevado al hombre a
encadenarse a uno de los más grandes cepos que detienen el avance: el condicionamiento de la mente.
La mente condicionada impide el ejercicio de la
epigénesis, coartando el libre albedrío, y convirtiendo al individuo en un
fanático o en un defensor de la tradición, lo cual no conduce a otra cosa que a
una repetición automática de eventos, la mayoría de las veces vivenciados o
programados por otros individuos quienes, conociendo esta debilidad humana, la aprovechan para su propio beneficio,
creando necesidades no reales, y remedios que las satisfacen, y que se venden
por doquier, dando origen a un esquema de mercadeo consumista.
El camino hacia el desarrollo espiritual no está
libre de este peligro. Con mucha frecuencia, los individuos, aún los que se creen muy avanzados, olvidan
ejercer su epigénesis, y caen en la repetición sucesiva de nociones, sin acceder a un procedimiento de investigación propia, ni mucho menos a un
proceso creador, que genere nuevos conocimientos o que actualice y esclarezca
otros. Cuando una persona se aferra ciegamente a una doctrina, y sólo cree a
pie juntillas lo que aparece escrito en los textos o dictados que ésta implica,
pierde de vista su meta espiritual, y se convierte solamente en un imitador que
repite como un loro la expresión verbal de las formas de pensamiento que otro
ha creado. Esta actitud es contraria totalmente al deseo de fraternidad que
debe existir en el corazón del caminante espiritual, ya que la mente es capaz
de aferrarse a una creencia, tan al pie de la letra, que no admite ningún análisis adicional, ni una comparación positiva posible con otras
doctrinas, generando en cambio una actitud separatista de rechazo hacia otros,
quienes con frecuencia dicen lo mismo en otras palabras, o utilizan su propio lenguaje para decir otras cosas. Su
mente puede encasillarse, a tal punto de estar convencido de que la enseñanza profesada es la única y absoluta verdad, y de
que nadie más es capaz de añadirle ni una sola tilde que sea veraz.
Este fenómeno de condicionamiento es más
frecuente de los que imaginamos. Diariamente observamos que, personas
pertenecientes a diferentes movimientos religiosos, místicos o esotéricos, se
convierten en acérrimos defensores de sus creencias, rechazando aquello que no
se encuentra en los libros que ellos tienen por sagrados, generando inútiles
discusiones que para nada ayudan al establecimiento de la fraternidad
universal. El creer que la verdad pueda ser encerrada en un conjunto finito de
libros, es un absurdo filosófico, ya que un universo infinito no puede ser
contenido en un espacio cerrado, ni la verdad ha sido revelada a un solo
mensajero o profeta. En el actual estado de evolución, la Hermandad Blanca,
compuesta por los seres más evolucionados de este planeta, vela por el progreso
humano y por la buena marcha en el sendero espiral. Cuando un número suficiente
de seres humanos han llegado al momento en el que necesitan dar un paso más en
su camino de perfección, un nuevo conocimiento, o la ampliación de uno
anterior, es dado al mundo a través de varios mensajeros -no sólo de uno-
algunos de los cuales son conscientes, por haber alcanzado algún grado de
Iniciación, en tanto que otros son inconscientes totalmente del proceso. Entre
estos últimos tenemos a muchos escritores y cineastas, quienes en sus novelas o
videos expresan verdades ocultas que han recibido por "inspiración
artística", otra forma de llamar a
la conexión cósmica.
Alguien podría preguntarse cómo puede la
sabiduría de estos Grandes Hombres revelar verdades ocultas a alguien no
preparado para ello. La respuesta está en el poder de la epigénesis. Muchos
seres que han recorrido sabia y verdaderamente el camino de autorrealización, hasta cierta etapa, y que son aptos para
convertirse en canales conscientes de una nueva dispensación, no son elegidos
para ello, debido a que no creen en su propia capacidad de serlo, o de aportar
algo nuevo al mundo. Aunque existe la aptitud genuinamente desarrollada, si
ésta no se enfoca hacia los mundos espirituales, mediante una actitud creadora,
todo el mecanismo individual será ineficaz para tal propósito, al
igual que se hace inútil un poderoso receptor que no se sintoniza
correctamente. Sencillamente, anulamos nuestra capacidad de ser creadores
porque no confiamos en lo que somos. El artista, en
cambio, ha puesto en acción su deseo de crear y, sin saberlo, a veces, se
convierte en un perfecto canal.
En toda doctrina, el fenómeno del
condicionamiento suele darse, debido a que sus
seguidores, en lugar de enfocar su mente y su corazón en la enseñanza dada, lo
hacen en el mensajero o líder que las transmitió originalmente, reverenciándolo
hasta cierto punto, considerándolo como único e irremplazable, y desconociendo que cualquier otra persona puede o podrá
alcanzar en un momento dado su misma capacidad, grado de desenvolvimiento o nivel de Iniciación. Grandes hombres, entre ellos Jesucristo, nos
han expresado que el Sendero es espiral, y a medida que el tiempo avanza y la consciencia se expande,
los seres que nos preceden son capaces de alcanzar mayores alturas de
conocimiento y amplitud de consciencia. Es por eso por lo que debemos tener en cuenta
que toda verdad oculta debe ser revestida con ropajes modernos, pues el mundo
cambia constantemente al igual que la consciencia. Todos los seres evolucionan permanentemente, inclusive los que se estancan o cristalizan; aún las
lenguas, los medios y métodos de comunicación, se transforman continuamente,
con el objeto de dar cabida a una expresión más amplia de la consciencia
desarrollada.
Las verdades escritas hace milenios o centurias
deben ser traducidas, complementadas y actualizadas, con el fin de ser
debidamente comprendidas y apreciadas por los seres que encarnan en la
actualidad o, de lo contrario, perderán su vigencia y se convertirán en
elementales conocimientos, que dejan de ser ocultos y grandiosos para
convertirse en un símbolo de lo anticuado o de lo caduco, de aquello que todo
el mundo conoce, por que ya es demasiado evidente o simple para los
estudiantes, en algunos casos. En otros, las explicaciones suministradas por un
libro o texto sagrado pueden haber llegado a un tope, a un punto en donde no se
explican los grandes misterios del mundo a las almas más avanzadas, quienes
constantemente están encarnando en el planeta, y aspiran a un sendero más alto.
Esta falta de actualización está haciendo perder a muchos movimientos
espirituales su carácter de científicos, y hace que muchas veces sean
ridiculizados, o que haya desánimo y frustración entre los
buscadores de mente amplia.
Los defensores de lo tradicional, quienes
adolecen del condicionamiento mental propio de sus creencias y educación
personal, arguyen con frecuencia que solamente una persona muy evolucionada, un
Discípulo o un Iniciado, podría hacer este trabajo de creación, actualización o
diversificación de la enseñanza. Tales individuos creen que ni ellos ni nadie a
su alrededor pueden hacerlo, cerrando sus ojos a la posibilidad de ser ellos
mismos, o una persona cercana, ese hombre evolucionado del que hablan. Esta
posición parece mostrar un olvido, momentáneo o total, de la verdad de que los
seres más evolucionados no se anuncian a sí mismos como tales, y casi siempre
actúan de incógnito. Esta actitud, de mente cerrada, de muchos estudiantes y
dirigentes de los movimientos espirituales del mundo, está generando un lento
pero inevitable proceso de cristalización de tales movimientos. Si este proceso
de petrificación filosófica no se detiene, a dichos movimientos les ocurrirá lo
mismo que a las formas ocupadas por la vida que evoluciona en el planeta: cuando una entidad alcanza un grado
mayor de evolución, abandona la forma antigua que ocupaba y ésta entra en un
proceso de degeneración, durante el cual es ocupada por otra entidad de menor
evolución, un rezagado. Si los movimientos espirituales del mundo no renuevan
sus estructuras filosóficas, sus métodos de enseñanza y su propio lenguaje,
serán invadidos por los seres menos evolucionados del planeta, en tanto que las
almas pioneras, buscarán una estructura más moderna, más avanzada, mejor
adaptada a su nivel de consciencia.
Así funciona la Ley de Involución, Evolución y
Epigénesis, sin excepción. La ruta en espiral es un principio universal, un
método al cual nada escapa. Esto quiere decir que, si no ponemos en acción
nuestro poder creador dentro de los movimientos espirituales, veremos aparecer
a otros más avanzados, más florecientes, más ricos en sabiduría, en tanto que
los presentes irán decayendo, hasta quedar fosilizados, cuando
ya no haya más almas rezagadas que puedan ocuparlos. Si deseamos verdaderamente
alcanzar la humana fraternidad, debemos ejercer nuestra
epigénesis constantemente. Si queremos ser pioneros realmente, en este proceso
integrador que despierta el Amor Universal, tenemos que estarnos revistiendo
continuamente con los modernos ropajes de la enseñanza, enfocando nuestra mente
y nuestro corazón hacia los mundos espirituales, para convertirnos en canales
conscientes de la Sabiduría Universal.
Preguntémonos por cuánto tiempo una enseñanza es
dada al mundo y cada cuánto debe ser actualizada. En concordancia con la Ley de Periodicidad, la primera y la
sexta décadas de cada siglo son propicias especialmente para comenzar la
promulgación de nuevas enseñanzas espirituales. Estamos pues a punto de recibir
una nueva verdad, o de actualizar la antigua, y como nada es hecho con prisa en
el universo, ni en el plan de los guias de la humanidad, los múltiples candidatos para esta noble tarea
deben estar ya encarnados, activos y en proceso de preparación de tal tarea, o
quizás dando las primeras puntadas de estas enseñanzas. Debemos mantener
nuestros ojos bien abiertos y nuestros oídos dispuestos, no sea que la luz
venga delante de nosotros y no la reconozcamos por estar cristalizados,
condicionados y enconchados por una actitud separatista, creada por aferrarnos
ciegamente a la doctrina, creyéndonos los únicos poseedores de la verdad, como
ya ha sucedido, en los tiempos de Cristo y en otras épocas, con la enseñanza de
otros iluminados.
Solamente el ejercicio de nuestro poder de
epigénesis es capaz de romper e impedir este proceso de cristalización, que ya
se está dando en el mundo. Esto no debe conducirnos, de ninguna manera, a la
aceptación de cualquier enseñanza novedosa que aparezca, ya que no todos los individuos perceptivos son canales conscientes o inconscientes de la nueva dispensación; muchos
son más bien oportunistas tratando de parecer sabios maestros. Debe existir un
punto de equilibrio en estas cosas. Debemos hacer uso de nuestra facultad de
discernir, con el objeto de someter a la prueba del tribunal interno, todo nuevo
conocimiento que nos llegue. Una nueva enseñanza verdadera debe ser aclaratoria, complementaria o superior a la
antigua. Su carácter debe ser universal y no meramente particular o
especulativo. Lo nuevo debe ser mejor que lo viejo.
¿Cómo ponemos a funcionar nuestra epigénesis? El primer
requisito consiste en hacernos conscientes de nuestro condicionamiento mental, y de la necesidad de una apertura y de dar un
carácter fraternal, universal y amoroso a nuestras convicciones. Acto seguido, debemos trabajar para limpiar la mente de ese
condicionamiento, enfocándola en lo real y
no en lo ilusorio, ni en lo establecido
hasta el momento. La atenta observación, la concentración y el espíritu investigativo deben ser desarrollados. Luego, debemos iniciar la práctica de la meditación
reflexiva y lógica, para finalmente llegar a la meditación profunda. La primera
aclarará las ideas de nuestra mente y la segunda nos proyectará al lugar donde
están las ideas reales, donde efectivamente podremos contactar con nuevas enseñanzas,
proyectadas por las huestes de jerarquías espirituales y fuerzas inteligentes que guian a la humanidad. De igual forma, la práctica de la contemplación
nos ayudará a adquirir ese sentimiento y percepción de la Unidad, el cual nos
permitirá identificar la universalidad de la Sabiduría, que fluye desde los
mundos sutiles hacia nuestra consciencia. Es necesario recordar aquí que el
camino debe recorrerse paso a paso, sin saltar ninguna etapa, o de lo contrario
caeremos en las trampas de la ilusión, y del hechizo emocional. Es necesario,
además del entrenamiento de la mente, la limpieza de las emociones, la pureza
de propósitos y la salud del cuerpo, pues así como un lente rayado o
desenfocado no puede dar una imagen exacta, tampoco podemos ser verdaderos
canales de una enseñanza si nuestros vehículos de consciencia están llenos de escoria.
Aquellos que han logrado romper con sus esquemas
mentales rígidos, y que transitan el camino hacia la libertad verdadera, son
los más llamados a difundir la nueva enseñanza. Trabajemos conscientemente para
alcanzar el estado adecuado para ello, o si ya lo hemos logrado, para ser los
receptores y difusores de las maravillosas verdades que nos esperan, y que
tanto necesita nuestra humanidad.
de: LA AVENTURA INTERIOR
“La búsqueda interior implica la desmitificación del yo, la ruptura con todos los antiguos paradigmas acerca de la naturaleza humana, el descondicionamiento de los modelos socioculturales y una gran osadía para el cambio.”
Jose Vicente Ortiz Zarate
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