BUSCANDO LA LIBERTAD
¡ Libertad! ¡Libertad! Grito de los oprimidos,
de los que padecen el yugo de la esclavitud o de la prisión. ¿Quiénes son
ellos? Nos imaginamos a personas encerradas en cárceles, o encadenadas de pies
y manos, o tal vez víctimas de la llamada injusticia social. Creemos que es
libre ese que camina por las calles, uno a quien nadie persigue, aunque a veces el dolor
quebrante, aquel que sobrevive diariamente en medio de sus propias
frustraciones y confusiones, en medio de la incertidumbre.
Libertad es sinónimo de independencia y
autonomía, es la cualidad de la no pertenencia,
de la no dependencia, del absoluto desapego por cualquier objeto material así como de ideas,
prejuicios o personas. ¿Somos así los seres humanos? Es importante reflexionar sobre nuestra
condición actual para determinar si somos libres. Examinemos las distintas
esferas del trabajo humano y tendremos un panorama más amplio de cual es la
libertad a encontrar.
En el terreno de lo físico, evaluemos si tenemos
dependencia. En sentido estricto, nuestro organismo aún precisa alimento y combustible energético diariamente.
Para ello necesitamos de otros organismos, ante nuestra incapacidad de generar
alimento propio. La llamada cadena alimenticia, donde unas especies sobreviven
a expensas de otras es el mismo sistema operante en el planeta desde hace
millones de años. Si los vegetales y animales desaparecieran por completo,
pereceríamos junto con ellos: moriríamos de asfixia e inanición, ya que ellos
nos proveen de alimento y oxígeno. Si el sol se apagara de repente, moriríamos
en pocos minutos, de frío. En sentido menos estricto, no podemos tomar con
entera libertad a las especies que nos sustentan. Las aves van de árbol en
árbol buscando su alimento, sin preguntar quién es el dueño, pero el hombre
está encadenado a los procesos de la civilización. Muchos dependemos de otros
seres humanos para alimentarnos: los cultivadores, los procesadores, los
intermediarios, los transportadores y los comerciantes. Y aún más, al
comprar, no todos pagan con su propio dinero. Algunos seres humanos trabajan
para sustentar a otros.
La especie humana, de otra parte, es la única
que utiliza un vestido artificial, siendo esta una gran desadaptación. Nuestra
piel se hizo demasiado sensible. Nuestro organismo ha perdido capacidad de
protección. Esto nos hace aún más dependientes. Igualmente, creamos la
necesidad de sofisticadas construcciones como vivienda. Las demás especies
aprovechan a la misma naturaleza.
Pero aun considerando las actuales necesidades
de la especie, debido a la socialización, cada ser humano debe ser autónomo en
cuanto a su subsistencia. Grandes masas de población padecen hambre y pobreza,
lo cual muestra que aún somos extraordinariamente dependientes. Debemos poner
en acción todos nuestros recursos para no depender económicamente de nadie, en
ninguna época de la vida. El sometimiento económico es un arma poderosa de
manipulación, que puede limitar nuestra capacidad de decisión, y llevarnos a
soportar agresión física y sicológica. Muchas personas
viven de esa manera, sujetas a la voluntad de otros, soportando situaciones y
condiciones, de las que bien pronto se alejarían si tuvieran independencia
económica.
El ser humano de la actualidad es altamente
manipulado y condicionado por quienes sustentan el poder económico. Países
enteros viven a cuenta de otros. Sociedades enteras dependen de unos
pocos. Nos hemos acostumbrado a vivir de tal manera que somos la especie
planetaria que más necesidades tiene. Diariamente estamos siendo manejados por aquellos
que nos satisfacen todas esas exigencias, la mayoría creadas por nosotros mismos.
Vivimos en una búsqueda constante de alivio de esas carencias y nos hemos
acostumbrado a la deuda, si es necesario, para tener lo que creemos nos es
indispensable. Las demás especies viven con lo que tienen a su disposición en
el presente. No usan tarjetas de crédito ni tienen bancos. Cada una hace
inventario diario de lo que posee y se adapta a vivir con eso. Reflexionemos un
poco y hagamos ese inventario. Si pagáramos todo lo que debemos, ¿Qué es lo que nos queda? ¿Podemos vivir con ello? A veces el
vicio comparativo de nuestra mente, que degenera en envidia, nos lleva a
sustentar sistemas de vida que en realidad no podemos sostener. Vivimos con afán de adquirir todo lo que los
demás tienen, a fin de no quedarnos atrás, lo cual equivale a decir,
para no sentirnos inferiores, revelando la medida de nuestra autoestima, y en
esa alocada carrera sacrificamos nuestras prioridades, y nos restringimos a
veces de lo verdaderamente indispensable. A muchos les agrada sufrir en silencio
y sonreír en público, luciendo galas que están verdaderamente fuera de su real
alcance, buscando en la admiración una máscara que oculte su propio sentimiento
de inferioridad. Esto genera más subyugación y sufrimiento en el mundo.
A nivel de la esfera emocional y afectiva,
tampoco ha logrado la humanidad la tan ansiada libertad. ¿Somos capaces de
vivir solos, sin el afecto de los demás? ¿Aún sufrimos cuando mueren o se
alejan nuestros predilectos? La mayoría de los seres humanos sufren de una total adicción afectiva, de necesidad de compañía, lo
cual muestra una gran inseguridad de trasfondo. La civilización adquirió el
hábito de buscar el amor afuera, en alguien, o en algo que lo supla,
adquiriendo con ello otras adicciones. El ser humano se hizo esclavo afectivo del hombre, de hábitos,
de sustancias y de otras golosinas que satisfacen su ansiedad, su creada
necesidad de que alguien lo ame. Se olvidó de buscar el amor adentro y allí lo
guarda en un viejo baúl que tan sólo su inconsciente sabe que existe. Hagamos
inventario emocional: ¿Necesitamos afectivamente de alguien para vivir
en armonía? Si así es, aún no somos libres.
A nivel mental, ¿Tenemos nuestro propio conocimiento? La mayoría de nuestros
archivos de memoria están atiborrados con los conceptos de los demás, de unos pocos que se dedicaron a
observar, a pensar, a inventar y a descubrir.
Vivimos rodeados de cosas que no podríamos reconstruir si tan sólo
tuviéramos frente a la naturaleza. Si aisláramos a un puñado de personas corrientes, en un distante lugar, fuera de todo
contacto con la civilización, rico en recursos naturales, sin ningún
instrumento o herramienta del hombre moderno, ¿cuánto tiempo tardarían en
reconstruir un mundo como el de la cultura que abandonaron?
¿Sobrevivirían al menos? Tal vez transcurrirían tantos años como los que
empleamos para convertirnos de cavernícolas en hombres civilizados.
¿Manejamos correctamente la información de la
memoria? ¿Tenemos perfecto control del conocimiento? La humanidad se conduce
como si sucediera lo contrario. La memoria nos maneja, subyuga nuestra
voluntad, o lo que es peor, otros nos manejan a través de la información en
nuestra memoria. Aún somos poco originales, poco genios. Todavía somos esclavos mentales.
La gran dependencia en todos los campos de la
vida humana, nos lleva a la realidad de que no estamos ejerciendo el libre
albedrío del cual estamos dotados. No somos libres, y aún estamos lejos de
serlo, si no hacemos un cambio fundamental en nuestras vidas, individual y colectivamente, como especie.
¿Cuál es entonces la libertad a buscar? ¿Cuál el camino para ello? Debemos primero identificar
nuestra esclavitud, nuestro nivel de dependencia. Un buen ejercicio consiste en
imaginar que, en forma paulatina, somos despojados de todo aquello que creemos
nos pertenece o nos corresponde. Si la idea de perder cualquier cosa, a nivel
físico, energético, emocional o mental, nos aterra o nos genera sufrimiento,
estamos altamente esclavizados, apegados, y aún no comprendemos el mecanismo de
impermanencia de la vida. También debemos examinar, en forma estricta, de
cuántos seres dependemos para vivir, a todo nivel. Si esos seres desaparecen
ahora, ¿podríamos sobrevivir? Debemos crear nuestras propias estrategias de
subsistencia, que nos lleven a una total autonomía, la cual
debe permitirnos una absoluta independencia para decidir
nuestros caminos a seguir. El día que no estemos encadenados materialmente,
emocionalmente, cuando no seamos esclavos de una creencia, habremos
hollado el sendero que conduce verdaderamente a la libertad. Entretanto, solo
pisaremos caminos de incertidumbre, ese misterioso óxido que corroe la vida.
El ser libre genera su propio alimento,
alcanzando la sabiduría necesaria para que no dependa de otras criaturas en
evolución. La persona
independiente hace consciencia plena de
su infinitud energética, aprendiendo a sustentarse de la energía que se expande
libremente por el cosmos. El hombre libre escapa a todo
sufrimiento emocional, porque ha llegado a la comprensión de que en toda realidad
hay exactitud de la Inteligencia Universal y de que en su interior hay un
manantial de amor infinito, que lo conecta
permanentemente con todo lo creado, siendo esto no sólo una creencia, sino una
sensación real que lo libera de todo apego. El individuo que se ha emancipado genera su propio pensamiento, permite que
germinen permanentemente imágenes originales, y construye su
propia idea móvil del universo, no siendo esclavo de creencia alguna que lo
limite. El ser autónomo no permite que ninguna energía lo obligue a
hacer algo que no desea, antes bien ejerce perfecto dominio inteligente de
todas sus fuerzas, sin encadenarse tampoco al violar la libertad de otros.
La libertad es una virtud que rara vez es
ejercida por un ser humano. La mayoría piensan que ser libres consiste en
seguir a sus anhelos y hacer lo que se les antoje, lo cual tan sólo
es esclavitud del deseo. La libertad es opuesta a todo condicionamiento, el
cual parece ser la característica de la especie humana, una anomalía que
detiene en verdad la evolución, al frenar el mecanismo de adaptación, ruta que
sigue la sabiduría de la Naturaleza. Mientras tengamos que vivir a expensas de
los cuerpos, las emociones y las creencias de otros seres, no podemos hablar de
vivir en libertad.
Sólo una plena identificación con la unidad de
la vida romperá las cadenas de la esclavitud. Solamente la comprensión del misterio de la existencia,
puede llevar a esa identificación que rompa los bloqueos de percepción que
nuestra mente ha creado a lo largo de siglos de vida de la especie. Unicamente la ruptura de los bloqueos nos permitirá
apreciar la realidad tal cual es, y no como nos enseñaron que era. Y solamente
la percepción de la realidad, la verdad, y nuestra conexión con ella, nos
permitirán apreciar la libertad, esa bella durmiente que espera por un príncipe
para ser despertada.
de: LA AVENTURA INTERIOR
“La búsqueda interior implica la desmitificación del yo, la ruptura con todos los antiguos paradigmas acerca de la naturaleza humana, el descondicionamiento de los modelos socioculturales y una gran osadía para el cambio.”
Jose Vicente Ortiz Zarate
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