LA INTELIGENCIA DIVINA UNIVERSAL
Una sencilla pero profunda observación, no condicionada, de lo que existe, nos permite corroborar que la Naturaleza posee una
extraordinaria sabiduría, un fantástico orden, del cual no podemos más que
aprender. La ciencia misma basa sus postulados en una minuciosa investigación
de lo que existe, tratando de encontrar los mandatos que rigen a la materia y a la energía, acercándose poco a
poco al descubrimiento de las inmutables leyes de la creación, aquellas que
siempre se cumplen, sin excepciones, como la del movimiento.
El hombre, el descubridor, ve ese orden
universal y se sorprende de él, atribuyéndolo el científico al azar, en forma inexplicable y no menos
asombrosa, pero reconociéndolo. Sin embargo, cuando se trata del ser humano, parece que olvidamos que tan precioso orden
también nos cobija. Pensamos que tan sólo la materia, todo aquello que tiene
forma es lo que goza de esa cualidad.
Los acontecimientos son catalogados como el
producto del azar por algunos. Otros dicen creer en el destino, en un
itinerario trazado previamente por todo aquel que recorre el camino de la vida.
La mayoría actúan como si el mundo fuera un escenario de eventos, que se
suceden por capricho de alguien o de algo. El sufrimiento, que acompaña a la
mayoría de los seres humanos, y la ausencia de paz interior, son una prueba de
ello. Vivimos en constante zozobra, temiendo constantemente que nos ocurra
alguna cosa que aumente nuestra infelicidad. Los creyentes de algunos sistemas
bastante numerosos, suplican con frecuencia a la Divinidad para que
modifique éste o aquel acontecimiento, según sus deseos, esperando ser
satisfechos en sus caprichos, a fuerza de insistencia. En el mundo se oye
permanentemente un rumor de queja frente a las circunstancias actuales, y se
aprecia un sentimiento de injusticia, de ser víctimas de una serie de
acontecimientos, pertenecientes a un programa de vida que tal vez no nos
corresponde. La soberbia del hombre le hace creerse diferente de los demás
seres de la Naturaleza, lejos del orden universal.
Los acontecimientos de la vida se precipitan de
acuerdo con leyes precisas, obedeciendo una maravillosa programación de la
Inteligencia Universal. Cada cosa que nos ocurre, es el resultado de muchas
fuerzas que se encausan para que podamos aprender algo que necesitamos, en
nuestro proceso de crecimiento permanente. Lo que ocurre, es lo más inteligente
que nos puede suceder, es la mejor vía para la obtención de nuestra próxima
lección, no importa si la mente lo clasifica como bueno o malo, como feliz o
desgraciado. Debido a que confiamos tanto en la memoria, nos cuesta creer que nuestro destino obedezca al resultado
o efecto de nuestras acciones. No podemos ver, con ordinarios sentidos, lo que
ocurre antes de nacer o después de morir. La memoria corresponde sólo al lapso
de tiempo que hay entre esos dos eventos, y la mayoría descartan toda posibilidad de existencia
consciente fuera de ese periodo, como si fuéramos entes surgidos de la nada en
un instante, o criaturas provenientes únicamente de
la evolución biológica, mediante un sistema que caprichosamente se detuvo
al llegar al hombre, en su variedad homo sapiens, una curiosa criatura que
parece no haber avanzado desde su aparición. La civilización tan sólo es un
maquillaje de nuestra primitiva condición aún no superada. Si
teletransportáramos a un hombre de Cromagnon, nuestro ancestro de las cavernas,
y le diéramos una buena educación, vestido moderno y un buen corte de pelo,
bajo las actuales condiciones, se convertiría en un ciudadano, que fácilmente
pasaría desapercibido.
El destino de todo ser humano, como el de
cualquier cosa, es una ruta trazada sabiamente por la Naturaleza, en la que, a
través de decisiones permanentes, nos movemos en un itinerario de
probabilidades, que permiten una libre elección de posibilidades de eventos,
todo lo cual está regido por leyes inmutables, en las que no caben las
excepciones. Antes de nacer, cada individuo se traza un plan de vida, de
acuerdo con sus necesidades de expansión y crecimiento. Hemos elegido tres
maneras de aprender:
1. El camino
de la Voluntad, que no debe ser
confundido con el del deseo, es el método de los seres más sabios, y consiste en conectar la voluntad humana con la
Inteligencia Universal, confiando plenamente en que nada que no esté en nuestro
programa de merecimientos y necesidades nos ocurrirá. Implica un uso permanente
e inmediato de nuestra capacidad de decidir, evitando a toda costa la inercia.
Por este sendero, actuamos por decisiones inmediatas, frente a cada
acontecimiento, seleccionando aquello que creemos es lo mejor, sin preocuparnos
sobre el acierto o el error. Esta es una ruta de iluminación en la que somos guiados internamente. Pocas personas adoptan este
método.
2. El camino
del Amor. La fuerza de atracción se
convierte en una fuente de motivación. Los sentimientos actúan poderosamente en
este sendero, y nos impulsan a crecer, añorando la felicidad, la dicha, el
logro de una compañía armónica, la protección, etc. El corazón se convierte en
la guía. Este es un sendero
de interiorización, en el
cual aprendemos a contemplar la vida desde nuestra faceta emocional positiva.
3. El camino
del Dolor, el cual es la alternativa
final. Si no hemos logrado obtener nuestras lecciones por los dos anteriores,
nos vemos abocados a una vida llena de obstáculos, situaciones complicadas,
pérdidas, privaciones, enfermedades, etcétera. Esta es una senda de exteriorización, en la cual las circunstancias nos obligan a involucrarnos. La vida
parece tomar todas las determinaciones por
nosotros, o nos presiona a escoger decisiones dolorosas, pues
hemos renunciado con anterioridad al ejercicio de la voluntad, o la hemos usado en contra de la ley natural. A su vez hemos
renunciado a la vía amorosa, eligiendo seguramente el placer, por encima de los
derechos naturales de las demás criaturas. Este sendero, en el cual está
involucrada una alta dosis de sufrimiento es, curiosamente, el más elegido por
los seres humanos.
Durante la vida podemos cambiar de método de
aprendizaje si así lo deseamos. Obviamente, si transitamos por la vía dolorosa,
hemos de aprender a amar, a cooperar, a ser solidarios, para salir de ella y
alcanzar el sendero del amor. Y si deseamos hollar el camino de la voluntad, es
necesario vencer nuestros apegos, renunciar a toda vana ilusión y buscar
nuestra conexión con la Inteligencia Universal. Cada camino tiene su propio
método y hemos de aprenderlo previamente.
Cada vez que nos sentimos tristes, deprimidos,
irritados, resentidos, dolidos, presas del sufrimiento, en realidad nos negamos
a aceptar la realidad. Nuestro estado emocional es el resultado de sentirnos
frustrados, porque las cosas no nos han salido como esperábamos. Nos sentimos
víctimas de una gran injusticia, como si la Inteligencia Universal se hubiera
olvidado de nosotros. Nuestra soberbia nos hace creer que en nuestro caso
personal ha habido un error, y elevamos nuestras voces de protesta.
Todo sufrimiento cesa cuando se comprende que lo
que ha sucedido ocurrió a la criatura adecuada, en el lugar preciso y en el
tiempo exacto. No hay error. Si la naturaleza ha empleado un método drástico es
porque no hemos aplicado más que a este procedimiento, y es solamente por esta vía que se obtendrá un avance, un
aprendizaje del que carecemos. La Inteligencia Divina Universal contempla todas
las posibilidades y siempre nos ofrece la mejor, no importa si nosotros la
llamamos buena o mala, dichosa o desgraciada. El quejarse sólo significa que creemos saber más que la
sabia Naturaleza.
El reconocimiento de la Sabiduría de la
Naturaleza, esa faceta manifestada y perceptible de Dios, implica aceptación de
nuestro propio destino. La Voluntad Divina no permite que ocurra nada que no
deba suceder, a ninguna criatura. Esta aceptación no significa una renuncia, ni
es una pasiva resignación. No implica que no debamos decidir, ni nos invita a
la inercia. Por el contrario, de acuerdo con la Ley del Movimiento, cada
momento de la vida requiere de una decisión para seguir adelante. Un obstáculo,
una pérdida, no son más que señales de la vida para que
revisemos nuestro itinerario o cambiemos de dirección. Si nos empecinamos en ir
en contravía, o en derribar muros que no caen, no podremos ver todas las
oportunidades y caminos que la Inteligencia Divina nos ofrece como
alternativas.
Es mejor aprender de la Sabiduría de la
Naturaleza. Si observamos la manera en que las aguas de un río hacen su
recorrido, desde su nacimiento hasta llegar al mar, donde
mueren para transformarse y volver a recorrer otros lechos, veremos cual ha de
ser la actitud frente a los obstáculos. Las aguas no se complican. Siempre
evaden aquello que no pueden derribar y descansan cuando la pendiente no les es
favorable. Son raudas, veloces cuando pueden, fuertes, siempre buscando el
mejor camino y sin perder la búsqueda del mar.
de: LA AVENTURA INTERIOR
“La búsqueda interior implica la
desmitificación del yo, la ruptura con todos los antiguos paradigmas acerca de
la naturaleza humana, el descondicionamiento de los modelos socioculturales y
una gran osadía para el cambio.”
Jose Vicente Ortiz Zarate
*
La naturaleza es un ente vivo con su propia inteligencia, que no es comprensible por el ser humano. Ella, con su propio sistema de comunicación, trata de entablar conversación con nosotros; pero nuestro sentidos y medios de comprensión son diferentes. La naturaleza tiene desarrollado un sentimiento maternal de protección y provisión de recursos, nos da lo que necesitamos en el momento y lugar preciso. Nos conoce, más que ninguno de nosotros mismos, ya que nos ha visto engendrar, nacer y crecer; ella incluso ha sido parte de nuestra programación y sabe cuando vamos a morir. Todo esta programado y ella lo sabe. Cada temporada nos da un alimento determinado, para hacernos fuerte o para desintoxicarnos, pero no comprendemos; por eso, siempre hay que consumir la fruta o alimentos que en temporadas ella nos depara. La sabiduría, la historia, la supervivencia, la armonía y la tranquilidad son parte de ella, solo tenemos que buscarla, ella las tiene y muchas cosa más que guarda como un secreto escondido, pero al alcance de quien quiera descubrirlos. Si solo nos acercáramos a la naturaleza, si solo durmiéramos bajo un árbol mirando la puesta del sol, contemplando el cielo despejado y amaneciéramos observando el amanecer y salida del sol, seríamos sabios, y todo lo entenderíamos. Saludos.
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