martes, 22 de octubre de 2013

MOVIMIENTO DE LA VIDA Y RELATIVIDAD DE LAS CREENCIAS


MOVIMIENTO DE LA VIDA Y RELATIVIDAD DE LAS CREENCIAS 


El movimiento es una invariable ley de la naturaleza. Todo lo existente se mueve permanentemente, cada cosa a un ritmo y velocidad diferentes. Esta actividad es externa e  interna, ocurre tanto en lo grande como en lo diminuto, se presenta en lo individual o particular, en lo general o colectivo, en lo visible y en lo invisible al ojo humano. Ella induce un cambio permanente en todo lo existente, de tal suerte que la impermanencia es una ley natural de lo que es.
Los llamados seres vivientes cambian constantemente, y a eso lo llamamos desarrollo: la semilla se convierte en germinado, en plántula y luego en árbol; el huevo se transforma en ave, el niño se convierte en adolescente, pasando a ser joven y luego viejo. Todo nace, se desarrolla o transforma, crece o se expande y finalmente muere, lo cual no es más que otro cambio a una forma de vida diferente, en un nivel no perceptible por los sentidos ordinarios del hombre. Los llamados seres inertes en realidad no lo son. También los minerales se transforman, aunque sus ciclos de manifestación y desaparición sean más largos. Aun las estrellas nacen, crecen, tienen sus vidas de miles de millones de años y luego perecen; igual suerte corren las galaxias. Nuestro sistema solar nació hace algunos millones de años y de él se originaron sus planetas. Al cabo de muchos años, cuando se acabe el combustible de esa gigantesca hoguera de hidrógeno y helio que llamamos Sol, todo será consumido y desaparecerá para siempre tal como se le conoció, para transformarse en otra energía diferente, que en algún tiempo futuro tomará otra apariencia. Todos los seres, todas las civilizaciones humanas, con sus costumbres, su ciencia y su tecnología, tienen los días contados, a menos que aprendiéramos a escapar hacia otro sistema solar más joven, en el cual lográramos sobrevivir, situación poco probable, dada nuestra tendencia a aferrarnos a lo establecido. Nada de lo que conocemos actualmente existió hace unos miles de millones de años. Absolutamente todo lo creado, las galaxias, los planos, los mundos, las dimensiones y las criaturas visibles e invisibles, con una vida de gigantescos eones de años, morirán al cabo de los tiempos. Todo lo manifestado y cognoscible por el hombre de hoy es temporal, y en algún tiempo futuro no existirá en la forma en que hoy podemos apreciarlo. Solo la esencia universal permanece, aunque aún ella está en constante mutación, en perpétuo movimiento. Y cuando lo creado desaparezca, no habrá ciencia alguna que pueda explicar aquello que permanece, porque ni siquiera ella logrará sobrevivir. Así que la ciencia y toda creencia morirán, de lo cual se deduce que son absolutamente temporales.
Si el universo está en permanente cambio, cualquier cosa que aprendamos está sujeta a modificación, pues la realidad cambia. Lo que hoy es, mañana no lo será y por esta razón muchas de las teorías conocidas serán modelos caducos siglos más tarde, pues hasta la misma ciencia avanza, cada vez a pasos más agigantados. Aún Newton, el gran genio de la Física, cuyas leyes fueron aceptadas por el mundo como la última realidad, fue rebatido por Einstein con su nueva teoría de la relatividad, cuando sus fórmulas fueron estudiadas a las posibilidades cercanas a la velocidad de la luz. Un mínimo cambio, un pequeño descubrimiento, y las más grandes teorías pueden venirse al suelo en un solo parpadeo. La ciencia es sólo un conjunto de modelos que encajan con nuestra percepción de la realidad, y que sobreviven o son aceptados hasta que encontramos uno más amplio, más complejo, que explique mejor esa realidad, u otro que rebata lo antedicho, o a lo mejor hasta que cambie nuestra percepción de lo existente.

El ser humano vive muy lejos de la realidad de lo impermanente. Por el contrario, trata de conservarlo todo, intenta detener el tiempo, y lucha incesantemente contra la muerte, en un vano e inútil empeño. La mayoría de los hombres viven intrascendentemente, haciendo planes como si nunca nada les fuera a cambiar, como si jamás fueran a morir. La idea de la muerte les espanta creyendo que ese proceso es algo que no les corresponde, o se trata de una anomalía de la naturaleza. Tan es así que se le ha catalogado como una desgracia, y hace parte de la lista de cosas que causan gran dolor y sufrimiento. A manera de ejemplo, ni siquiera nos percatamos de los cambios diarios de nuestro cuerpo. Lo tratamos como si fuera el mismo de ayer; cuando en realidad es tan fluyente como las aguas de un río. Incluso algunos modelos de la medicina consideran al cuerpo una máquina, similar a nuestro auto o algo parecido, como si fuera permanente. La realidad es bien diferente. Nuestra estructura física es sólo un conjunto de átomos fluyentes, que siempre se agrupan en torno a un patrón de información. Según los términos de la ciencia, está conformado principalmente por agua, carbono, nitrógeno, oxígeno y algunos otros minerales en menor cantidad. Todos los días, segundo a segundo, estamos tomando oxígeno por la respiración, para reponer el que se consume en los procesos biológicos. Por la misma respiración exhalamos carbono, en forma de bióxido de carbono. Este elemento migratorio, proveniente de nuestra estructura corporal, debe ser repuesto nuevamente y se ingiere con los alimentos. Grandes cantidades de agua, minerales y nitrógeno, en diversas formas, de igual manera, son expulsados diariamente por la orina y deben sustituirse por otros. El alimento que ingerimos es descompuesto en pequeñas unidades que se incorporan a las células. En éstas hay verdaderas fábricas de cada una de las sustancias que el cuerpo necesita reponer, de los tejidos que es necesario reconstruir diariamente, segundo a segundo. El agua, el oxígeno, el carbono, el fósforo y, en fin, cualquiera de las sustancias de nuestro cuerpo de hoy no son las mismas que tenía ayer, pues todas son gastadas o eliminadas, y repuestas diariamente. Los átomos nuevos sólo se agrupan en torno al mismo patrón, y dan la apariencia de permanencia. Aún las células de un tumor van cambiando, aunque en apariencia éste sea el mismo. Funcionamos en forma muy diferente de una máquina convencional. A nuestro auto, por ejemplo, no tenemos que darle hierro diariamente para reponer el chasis, o caucho para reponer sus empaques. Sus procesos de cambio son muchísimo más lentos. Cada pieza tarda mucho en gastarse, y cuando lo hace es necesario repararla como tal, o cambiarla en su totalidad. En nuestro organismo, para hacer una reparación es necesario cambiar el patrón de agrupamiento que generó alguna anomalía, o de lo contrario ésta seguirá atacando al cuerpo en forma idéntica. También se puede reparar nuestro organismo cambiando la localización de la parte que no funciona correctamente, por ejemplo, cuando extraemos algún órgano. El cuerpo de un hombre es realmente un río de sustancias cuyas aguas se acomodan al mismo cauce, pero jamás tenemos el mismo cuerpo en dos días diferentes, al igual que no encontramos dos veces las mismas aguas en un río, aunque el paisaje no parezca cambiar. Aquello que eliminamos retorna a la tierra, y es utilizado por minerales, plantas y animales o por el mismo hombre. Algunos átomos, que teníamos hace algunos días, hoy son parte de alguna otra criatura de cualquier especie, y viceversa.
Y al igual que nuestra estructura física cambia en continuidad, lo hacen también las energías vitales, emocionales y mentales, si bien nos empeñamos en sostener los mismos cauces o patrones de emociones y pensamientos, los cuales creemos a veces que son inmodificables. La ley del movimiento obra en toda estructura, y cuando se trata de detener la libre afluencia, el resultado es la descomposición. Todo aquello que se detiene se destruye, bien sea por cristalización excesiva o por putrefacción. Las aguas estancadas se contaminan y rápidamente pierden su vida. Si dejamos de respirar, de orinar o de defecar, bien pronto moriremos. Todo en la naturaleza necesita ser renovado constantemente, necesita fluir y transformarse.
Vivimos buscando la estabilidad, cuando ni siquiera tenemos la garantía de permanencia en este plano de existencia para un solo día de vida. Podemos morir al instante siguiente, pero generalmente creemos que eso le puede pasar a cualquiera, menos a nosotros o a nuestra familia,porque de alguna manera creemos que somos especiales. Soñamos con tener cosas y personas y prolongar su existencia eternamente. Nos aferramos fuertemente a todo y sufrimos cuando perdemos algo o a alguien que creemos nos pertenece, cuando en realidad nada nos pertenece y tarde o temprano lo perderemos, en la vida o con la muerte, la cual es el gran remedio natural para todo apego, incluso para el condicionamiento de la mente y la memoria. Vivimos en la ilusión de la permanencia, de la pertenencia y de la propiedad, y esta es una de las grandes causas del sufrimiento humano.
La estabilidad es lo más opuesto a la ley del movimiento universal. Cuando la buscamos sólo logramos detener el progreso o las fuerzas. Todo lo que se contiene crece, pero al no fluir se cristaliza o descompone. La naturaleza lo fracciona para que fluya y cambie. Si se retiene una fuerza fluyente, sin drenaje, explotará, arrasándolo todo a su paso. Si dejamos que las cosas fluyan, vendrá más de aquello que fluye, porque estaremos creando una corriente.
Revisemos constantemente nuestras vidas para detectar cosas, personas o situaciones estancadas, las cuales son fuerzas que no fluyen. Problemas o situaciones pendientes, frente a las cuales no se ha tomado una decisión, son asuntos sin resolver que crean fuentes energéticas de descomposición. Recordemos que en aguas estancadas ponen sus simientes las plagas y organismos descomponedores. Igual sucede con los asuntos irresolutos: atraen fuerzas caóticas y más problemas, cuyo único objetivo es el de evitar tu estancamiento y te obligan a moverte en otra dirección, para seguir la ley de libre afluencia. Lo mismo ocurre cuando guardas cosas que no usas: creas barreras de contención de lo que necesitas. Luego no te quejes de que la vida no es generosa contigo. Te quiere presionar para que te deshagas de lo que guardas sin uso. Tal vez alguien lo necesita. Si deseas abundancia, reparte lo que no utilices y comparte lo que usas. Si echas a rodar la materia, vendrá más. Pero no caigas en la trampa de la ambición, porque si das esperando recompensa, tan sólo usas una energía que busca atrapar, atraer, y vuelves al mismo juego de crear barreras.
Revisemos nuestras emociones, no sea que tengamos algunas retenidas por más tiempo del necesario. Cualquier amargura, todo dolor o resentimiento, asociado a imágenes del pasado, en tu memoria, son energías retenidas. Toda emoción reprimida, sensación contenida o afecto no expresado son otras tantas energías que buscan fluir. Si no lo hacen se precipitarán al cuerpo y abrirán una brecha en él: a eso se le llama enfermedad. Ese es su origen.
No quiere decir lo anterior que debemos vivir sin ningún tipo de vigilancia emocional. Una cosa es vigilar, observar, reconducir y recanalizar emociones y otra cosa es reprimir. Lo primero te lleva al cambio. Lo segundo a la destrucción. La represión jamás dará por resultado la virtud. El reprimido es tan sólo una bomba de tiempo que algún día explotará. Para ser bondadosos hay que transformar nuestra maldad, no ocultarla, porque entonces seremos hipócritas, sepulcros blanqueados que ocultan inmundicia, jugando a ser santos.
Si al hacer una revisión de tus emociones, hallas que siguen igual que hace algunos meses o años, esto es señal de estancamiento. No estás cambiando. ¿Qué pasaría si dejas de ver a un niño por un tiempo de veinte años? Si lo encontraras igual al cabo de todo ese tiempo, pensarías que tiene una rara enfermedad que estancó su crecimiento y desarrollo. Dirías que es retrasado. Piensa lo mismo de ti si alguna de tus emociones no cambia en un largo tiempo: eres retrasado emocional. ¿Cómo pretende el hombre lograr paz interior si no drena sus depósitos emocionales de aguas estancadas? Si hay manzanas podridas en tu barril y no las retiras, todas las buenas que pongas allí se pudrirán, por excelentes que sean, y lo mismo pasará si aunque todas fuesen estupendas, las dejas allí demasiado tiempo. ¿De qué sirve la bondad si no la practicas? Las emociones son energías que necesitan moverse, transformarse o crecer y dar fruto. El humano entero debe fluir, perfeccionarse, ser verdadero hombre y no semianimal o semihombre, y luego dejar de serlo para convertirse en algo más grande, pues esta condición es pasajera. No es para siempre. ¿O acaso la evolución debería detenerse allí? El paraíso no existe en ningún lugar específico. De un lado, trabajaría muy poco, pues casi nadie logra ser perfecto para entrar en él y esto no se alcanza con un puñado de oraciones; de otra parte sería un lugar de estancamiento, aunque todo fuera dicha allí, y finalmente estallaría para seguir la ley infinita de avance. Nadie puede llegar al final si no lo hay, y la Vida Universal, o Dios o como desees llamarle no lo tiene. Ni siquiera lo posee el espacio.
También debemos reflexionar acerca de la fluidez de nuestra mente. Pensamiento y memoria no deben estancarse. Solemos extrañarnos de que un niño o un joven no logren avanzar intelectualmente, pero una vez llegamos a ser adultos a nadie parece importarle si tu mente progresa o no. Nos limitamos a creer que la experiencia nos hará sabios. ¿Por qué detener el aprendizaje? La mente y la memoria no tienen un espacio restringido, nunca se colman completamente. Somos nosotros quienes obramos como si tuvieran límite. Deberíamos de sorprendernos de no avanzar mentalmente a cualquier edad. El cerebro es el soporte de expresión del pensamiento y debe evolucionar en la medida en que lo hace la función mental. Si no se usa se atrofia, tal cual es la ley evolutiva. Si se utiliza limitadamente, su evolución será restringida. Si tan sólo pensamos reactivamente o usamos los pensamientos de los demás, no debemos de extrañarnos de que en la vejez la irrigación cerebral esté constreñida, y de que nuestra memoria pierda efectividad. Cuando nuestra memoria parece disco rayado y el pensamiento se estanca, nuestro cerebro se cristaliza y se destruye, pues la naturaleza busca desintegrar lo que no fluye. Si no quieres ser sordo, ciego, desmemoriado, despistado o demente en tu vejez, debes de usar el cerebro, lo cual equivale a darle cabida siempre a la creatividad, al pensamiento original, a la reflexión, a la meditación y a la observación contemplativas. Si en tu mente están siempre los mismos conocimientos, cuando no revalúas tus archivos de memoria, si piensas igual que hace algunos meses o años, si eres terco, intolerante, fanático o de ideas fijas, si no aceptas nuevos planteamientos o descubrimientos, haz algo urgente porque estás en graves problemas: eres retrasado o cristalizado mentalmente, y no tardarás en convertirte en un desadaptado. No se puede tener una creencia para siempre, porque el universo no es solamente una mole de piedra con bordes precisos. Tampoco lo es tu mente. Los dos se mueven, se transforman permanentemente y esto hace que toda convicción sea tan sólo un modelo en el que encaja tu entendimiento acerca del misterio de la vida. Si tu comprensión crece, tu fe debe ampliarse. Toda convicción es y debe ser temporal. Si no se transforma, el sistema de creencias se hará caduco, y en unos años o siglos se convertirá en un fósil ideológico, en una concepción primitiva. El padre tiempo fosiliza todo aquello que no se mueve y lo convierte en polvo.
¿Por qué envejecemos? El envejecimiento implica deterioro. La madurez involucra desarrollo, crecimiento, expansión. ¿No deberíamos continuar madurando hasta la muerte? El deterioro es señal de atrofia, desintegración, malformación o descomposición, todo lo cual llega como consecuencia del estancamiento físico, vital, emocional y mental. Si dejas de moverte, tu cuerpo se paralizará. Si cuando viejos caminamos encogidos, contracturados, encorvados y con dificultad, el culpable no es el tiempo sino el sedentarismo, que nos lleva a que gran cantidad de músculos y ligamentos se dañen o atrofien, y sean presa fácil de la gravedad. Si las facultades se pierden es porque las utilizamos mal o no las usamos. Es la falta de empleo o el abuso lo que destruye y no el tiempo. Si todos los días estamos renovando células y átomos del cuerpo, lo cual equivale a renovarlo totalmente, ¿qué lleva al patrón de agrupamiento a mal formarse de  tal manera? Deberíamos morir en perfecta salud. ¿Suena extraño? ¡Estamos tan acostumbrados a echar a perder el cuerpo, a destruirlo, que la salud durante toda la vida nos parece una anomalía! Y si alguien que está sano muere de repente, lo cual es normal, nos parece de lo más injusto ¡y hasta nos duele más que si muere alguien que estaba enfermo! Somos a veces seres de grandes contradicciones.
Todo aquello que dejamos fluir nos libera. Todo lo que intentamos retener nos esclaviza. ¿Somos esclavos o prisioneros de nuestras posesiones, emociones afectos o creencias? Vale la pena reflexionar a fin de ver que es aquello que debemos dejar partir de nuestras vidas, para que las fuerzas se encaucen. La naturaleza nos muestra que cuando el flujo de la vida cesa, el paso a seguir es la rápida desintegración. Si no se entierran los cadáveres, bien pronto aparecen los zopilotes, las moscas y los comedores de carroña, y aún si se sepultan aparecen hongos, bacterias y otras pequeñas vidas descomponedoras. Si se acumula dinero o posesiones, comienza a frenarse el flujo de lo material, y pronto aparecen los que desean apoderarse de la fortuna. Cuando se estancan las emociones o se reprimen, vendrán los que se aprovechan de las debilidades, y otros que van a descomponernos emocionalmente, para permitir que después de la desintegración vuelva la vida. Si el pensamiento se cristaliza y se detiene el avance mental, surgen los que desean aprovecharse de los conocimientos, los manipuladores o los parásitos, que quieren seguirnos para ahorrarse el trabajo de pensar, los cuales morirán mentalmente, al igual que el cristalizado. El sufrimiento que desintegra es el precio a pagar por el estancamiento, a cualquier nivel. ¡No hay que detenerse, hay que avanzar siempre, hacia arriba y hacia adelante! Si se necesita ir hacia atrás hay que aprovechar para tomar impulso. La vida es movimiento, poderosa facultad de todo cuanto existe. El ir en contra flujo agota nuestra energía, hasta dejarnos exhaustos y sin avanzar. Entonces, seremos arrastrados por una corriente sobre la que habremos perdido el control. La naturaleza tratará de que recuperemos el camino correcto.
Pongamos poderosa atención a todo lo que nos rodea. Si hay zopilotes, parásitos, cosas o seres que nos manipulan o esclavizan, simbólica y realmente hablando, nos estamos estancando, estamos perdiendo flujo y vida. Tomemos energía, y recuperemos el movimiento.

de:   
LA AVENTURA
INTERIOR  

“La búsqueda interior implica la desmitificación del yo, la ruptura con todos los antiguos paradigmas acerca de la naturaleza humana, el descondicionamiento de los modelos socioculturales y una gran osadía para el cambio.”

 Jose Vicente Ortiz Zarate

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1 comentario:

  1. Hola! excelente aporte amigo José Vicente, "hoy por hoy" lo comparto totalmente, pero, siguiendo el mismo pensamiento, mañana seguramente cambiaremos de paradigma!!

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