OPCIONES Y DECISIONES
Uno de los más grandes fantasmas de la mente humana,
es el de la preocupación por el futuro, fenómeno característico de nuestra
especie. Por lo general, el hombre cavila constantemente acerca de lo que hará
mañana, dando por sentado que su vida terrenal continuará más o menos bajo los
mismos lineamientos que la presente. La cultura actual nos ha enseñado el ideal
del éxito, y el frustrante camino del fracaso, patrones fuertemente arraigados
en el subconsciente de la raza, que hacen surgir, como un
géiser, el miedo a equivocarse, a tomar el sendero incorrecto.
La mente humana está llena de informaciones
diversas, muchas de ellas inconsistentes, con respecto al futuro. De una parte,
se suele creer en el destino, en un plan determinado, lineal por entero, y
frente al cual la voluntad humana es impotente. Esta creencia admite la
predestinación absoluta para todos los seres, aceptando un plan previamente
elaborado por la Mente Divina, sin alternativas. De otra parte están los
sueños, las ilusiones, los anhelos y el ímpetu del deseo, que nos impulsan a
querer hacer o tener cosas, con el desconocimiento del plan de nuestra vida, en
un vano intento de coincidir con la Voluntad Divina, y confiando en que
merecemos aquello con lo que soñamos. También están los que creen que no hay
predestinación alguna, que no hay plan ni sendero, y que cada ser humano es el
arquitecto de su propio destino.
Tanto si creemos que hay un plan como si no, nos
sentimos asaltados por la duda constante, frente a las encrucijadas de la vida, la cual nos plantea frecuentes
oportunidades simultáneas, ante las cuales es necesario decidir. Es allí donde
el temor de ir hacia el lugar equivocado nos asalta, y con frecuencia nos
quedamos estáticos, paralizados a veces, dejando que pase el tiempo para ver si
nuestra visión se aclara, y viviendo la angustia que se genera en la mente
cuando hay una situación sin resolver, lo cual indudablemente genera
sufrimiento e infelicidad.
La vida de cada ser humano es una maraña de
acontecimientos, planeados con anterioridad al nacimiento, mediante un sistema
de múltiples probabilidades que conducen, todas ellas, al aprendizaje de una
serie de lecciones necesarias para la conquista de la libertad, ese precioso
don que yace latente en lo profundo de nuestra naturaleza. El camino de nuestra
vida, hacia la liberación, es similar al sendero de una hormiga que planea subir por el
tronco de un árbol frondoso, para llegar a la copa y ver el cielo desde allí.
No bien comience a caminar, encontrará muchas bifurcaciones. El pequeño animal
no se sentará en cada una de ellas a pensar cuál será la mejor, sino que
seguirá su impulso instintivo, tomando cualquiera de
ellas, con la seguridad de que el árbol está construido de tal manera que todas
las ramas conducen a la copa. No importa
a qué lugar de la copa llegue; de todas maneras se verá el cielo desde
allí. Las fuerzas que precipitan los acontecimientos de nuestra vida, están organizadas de tal manera que siempre hay un camino con
resultados garantizados en todas las direcciones posibles que ofrecen las
encrucijadas. La ley imperante de la vida es la del movimiento universal, y ésta también cobija el flujo de
los acontecimientos. Detenerse en el camino, paralizados por el demonio de la
duda, implica navegar contra la corriente de la ley
natural, la cual siendo más fuerte que nosotros terminará arrastrándonos en la
dirección predominante. Todo aquello que se detiene se descompone. Lo que cesa de fluir muere. Este mecanismo generalmente actúa en
dos polaridades: una conduce a la putrefacción y la otra a la fosilización,
vías que finalmente significan descomposición, la cual libera las partículas,
para integrarlas a la naturaleza fluida. En nuestra vida cotidiana, esto significa que el no decidir traerá a nuestra vida una
corriente de fuerzas, que nos obligarán a movernos en una dirección que restablezca nuestra búsqueda
de la libertad. Cuando no decidimos, la vida toma la determinación por nosotros, siguiendo una ruta inteligente.
Existen tres caminos para aprender nuestras
lecciones: el de la Voluntad, el del Amor y el del Dolor. El primero de ellos es el camino de las decisiones.
En este sendero confiamos en que la inteligencia Universal solo coloca frente a
nosotros todas las posibilidades de vida y experiencia que nos son afines y
necesarias, y que a través de cualquiera de ellas aprenderemos una lección
planeada con anterioridad. La misma Inteligencia Universal imposibilitará
aquello que no nos corresponde, colocando un obstáculo que impida tomar un
camino que no es nuestro. Las oportunidades se darán con facilidad, para actuar de tal manera que
sembremos causas que nos atraigan un futuro lleno de efectos agradables, de acuerdo con la Ley de Causa y
Efecto. Este es el sendero sin sufrimiento, en el que hacemos uso de la
libertad. Si no lo usamos, significa que nos estamos deteniendo, y la vida activa un mecanismo de emergencia, de alerta,
introduciéndonos en el camino del Amor, el cual con frecuencia afectará
nuestros sentimientos. Este es una ruta de interiorización. Esto
significa que aparecerán en nuestra vida una serie de acontecimientos que
tocarán nuestras emociones, para removernos internamente, con el objeto de que
nos movilicemos hacia alguna dirección, motivados por nuestras
sensaciones frente a las personas y a las cosas. Las experiencias serán
fuertemente emocionales, y causarán algún sufrimiento, de leve a intenso, con
el fin de sacarnos de nuestro estado de estupor o indiferencia. Si aún así, no tomamos decisiones, e insistimos en permanecer estáticos
y no avanzar, se activará el tercer mecanismo: seremos llevados al camino del
dolor. Esta vía es de exteriorización. En este sendero ya no hay opción de
decidir, hasta que hayamos aprendido la lección que nos
negamos a tomar por las dos alternativas
anteriores. La vida tomará las decisiones por nosotros, llevándonos a vivir
experiencias tortuosas, de pesada carga, de intenso sufrimiento, para amilanar
a nuestro ego, rompiendo el velo de la soberbia, que con frecuencia obstruye la clara visión de la vida. Este tercer
camino también nos hará nobles y sabios, ya que el sufrimiento
tocará la sensibilidad de nuestro ser interior. El mecanismo de este sendero es
como la clavija que templa la cuerda de la guitarra, para buscar una nota más
alta.
Podemos leer en el libro de nuestra propia vida,
hojeando las páginas de nuestros acontecimientos. Si nos encontramos en
callejones sin salida, tales como enfermedades crónicas, grandes deudas,
soledad forzosa, pérdida de la libertad, sometimiento, irrealización de
nuestros sueños, trabajo duro y mal remunerado, maltrato, pobreza, aislamiento
etcétera, esto significa que no hemos sabido tomar
decisiones, y que hemos dejado que la vida llegue hasta el tercer mecanismo. Por eso nada parece salirnos bien. Por el contrario,
todo se descompone, desbarata u obstruye. Sentimos que la vida es implacable. Con frecuencia,
en lugar de revaluar nuestra condición de inercia, sacamos a relucir nuestra
soberbia, y achacamos nuestro mal estado y nuestro fracaso a otros, o entramos
en rebeldía contra la divinidad, pensando que Dios está equivocado, y que somos
víctimas de una tremenda injusticia. A veces creemos que somos presas de algún
extraño maleficio o brujería, creyéndonos inocentes víctimas, lo cual en realidad no es así, aunque no sería extraño que la inteligencia de la
vida utilizara este método para aplacar nuestro orgullo.
Si queremos salir del
camino del sufrimiento, es necesario volver a la vía del Amor. No podemos de
una vez pasar al de la Voluntad, puesto que esta facultad duerme profundamente,
y no despertará de manera fácil. Nuestra soberbia puede hacernos creer que lo
lograremos, pero con seguridad esto nos llevará a un nuevo fracaso. Lo mejor en
estos casos es retomar el sendero del Amor. Para esto es
necesario dejar de culpar a Dios, o a los demás, de lo que nos ocurre, y mirar
la vida desde una perspectiva interior, para encontrar qué será aquello que la
Inteligencia Universal quiere enseñarnos. Si nos colocamos en esta nueva
actitud, no tardarán en aparecer personas y acontecimientos que moverán
nuestros sentimientos profundos, dándosenos nuevamente la
opción de explorar la vida desde el mundo emocional. El amor hacia uno mismo, y
hacia los demás, es la clave para permanecer en este sendero. El egoísmo y la
soberbia nos llevarán de retorno a la vía del dolor.
Si al leer nuestra vida nos encontramos con que
el oleaje de las emociones y sentimientos nos generan sufrimiento, hemos de
comprender que hemos dejado de tomar decisiones a su debido tiempo, y que la
vida ha puesto en acción el mecanismo de alerta, creándonos situaciones que nos
alteren internamente. Si queremos retomar el camino de la Voluntad, es
necesario que recuperemos nuestra seguridad en la Inteligencia Universal, y
rompamos las dependencias afectivas, que con seguridad hemos adquirido en el
camino de lo emotivo. Hemos de volver a confiar en Dios, fuente infinita de
toda energía, de toda fuerza y de todo alimento físico y espiritual. Para ello, es necesario que tomemos decisiones, despertando el bloqueado mecanismo de percibir ya que, sin importar el camino que tomemos, si nos dejamos
guiar por nuestra sabiduría interna, la Inteligencia Cósmica nos conducirá a
puerto seguro, aprendiendo nuestras lecciones sin sufrimiento. La soberbia y el
egoísmo, fantasmas de nuestra mente, tratarán de impedir nuestro regreso a la vía de la libertad. La
percepción de la sabiduría interna, que yace en el corazón espiritual,
es el requisito necesario para permanecer en el camino de la Voluntad.
En el sendero volitivo se nos presenta una
experiencia de poder, en la que debemos aprender a actuar de inmediato, tomando
las decisiones correctas, al resonar con la
Inteligencia Universal. En el camino del Amor se nos invita a una experiencia
de interiorización, que afecta nuestros sentimientos y emociones, para aprender
a vivir sin apegos, amando con libertad, al resonar con la unidad de toda vida. En la vía dolorosa somos
encausados a una experiencia de exteriorización práctica, de acción y trabajo
en el mundo de la materia, afectando nuestro cuerpo y nuestras diarias
circunstancias, a fin de doblegar la soberbia, y retomar la senda que nos aporta un mayor
crecimiento, con menos complicaciones. En cualquiera de los tres caminos sigue
funcionando la ley del movimiento. Si fluimos, si aceptamos las cosas, éstas se
facilitarán. Si nos detenemos, si nos estancamos, las cosas tenderán a
complicarse. La incertidumbre, además, genera sufrimiento, porque la mente nos torturará, e
insistirá en un asunto dado, hasta que hallemos una solución a lo que está
pendiente.
Las decisiones nos llevan a solucionar las
situaciones, a resolver lo que frecuentemente llamamos problemas. Si ya nos hemos
complicado la existencia, hemos de crear una estrategia para salir del embrollo, en lugar de sentarnos a esperar que algo o alguien
espontáneamente arregle nuestros asuntos. Podemos optar por dos tipos de
soluciones: de hecho o de actitud. La primera de ellas, nos lleva a realizar
gestiones inmediatas, que generen cambios a nuestra actual condición,
tratando de agotar, en primera instancia, todo aquello que podamos hacer por
nosotros mismos, para luego pedir ayuda, si es necesario, en aquellas cosas que estén fuera de nuestro
alcance. Obviamente, la acción debe estar encaminada a cambiar
realmente el curso de navegación actual, porque si insistimos en lo mismo, probablemente volveremos al
comienzo.
Pero a veces nos encontramos en situaciones en
las que poco o nada podemos hacer para generar un cambio. Nos encontramos con
las manos y pies atados, aparentemente en un callejón sin salida, en medio de un fuerte sufrimiento. Es aquí cuando debemos
recurrir a las soluciones de actitud, cambiando la forma en que estamos viendo
el asunto. Para ello, debemos primero aceptar que si no hay una
aparente salida es porque debemos vivir la experiencia, y la mejor forma de
salir del esquema del sufrimiento es evitar ver hacia afuera, abandonar
la idea de mártires, e
interiorizar la situación, es decir, tomar la decisión real de dejar de sufrir
por lo que está sucediendo, y verlo como algo que necesariamente tiene que
ocurrir, como parte de un plan inteligente, que más
adelante nos llevará a etapas más relajadas. Siempre es posible encontrar algún bien en lo que creemos que es malévolo, ya que las cosas simplemente son. Es nuestra
mente, por su manía de idealizar y categorizar las cosas, la que decide que algo
es bueno o nefasto. El sufimiento sobreviene cuando hemos decidido que lo que
ocurre es malo, y desaparece cuando cambiamos nuestra actitud y vemos el otro
lado de la moneda.
La vida siempre nos muestra múltiples opciones
para tomar decisiones, en ejercicio de la libertad. Es prudente, en este
sendero, examinar nuestras vidas para ver si tenemos asuntos pendientes,
situaciones a resolver. Son aguas estancadas que se convierten en fuentes de
inercia, y en las que muy pronto aparecen los agentes descomponedores, lo cual
equivale a decir, seres y situaciones que nos complicarán la existencia,
trayéndonos una buena dosis de sufrimiento.
de: LA AVENTURA INTERIOR
“La búsqueda interior implica la desmitificación del yo, la ruptura con todos los antiguos paradigmas acerca de la naturaleza humana, el descondicionamiento de los modelos socioculturales y una gran osadía para el cambio.”
Jose Vicente Ortiz Zarate
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