martes, 29 de septiembre de 2015

El Mensaje Reencontrado - Louis Cattiaux



LOUIS CATTIAUX

EL MENSAJE
REENCONTRADO

o el reloj de la noche y del día de Dios

A la gloria de Dios* y al servicio de
los hombres que lean con los ojos del
espíritu y del corazón los signos
inscritos en la carne del mundo.

«Entra de nuevo y reposa, o sal y
brilla, pero permanece siempre en
uno.»

Este libro no es para todos, sino
sólo para quienes les es dado creer
en lo increíble.
* Él (en francés, LUI): El fuego secreto que suscita los Universos, que los mantiene y que los consume.


PREFACIO
La conjura de los imbéciles, de los charlatanes y de los Sabios ha tenido un éxito
perfecto.
Esta conjura tenía por objeto esconder la verdad.
Unos y otros han servido a esta gran causa, cada uno según sus medios: los imbéciles
por medio de la ignorancia, los charlatanes por medio de la mentira, los Sabios
mediante el secreto.
Los imbéciles no quieren que se descubra la verdad. Sospechan, instintivamente, que
les molestaría. Si les fuera mostrada, apartarían la mirada; si se les pusiera en la mano,
la dejarían caer; si se les forzara a mirarla cara a cara, gritarían horrorizados y correrían
a esconderse bajo tierra.
Los charlatanes no quieren que se descubra la verdad, porque arruinaría sus
artificios, impediría su provecho y mostraría su vergüenza.
Los Sabios que poseen la verdad no quieren que se descubra. Siempre la han tenido
oculta por cuatro razones.
La primera: saben que Saber es poder y quieren apartar de él a los indignos. Porque
el Saber en el indigno se vuelve malicia y el Poder, peligro público y plaga. Por esto,
las reservas de conocimiento acumuladas durante milenios en los templos de Egipto
permanecían inaccesibles a quien no había pasado por todos los grados de
purificaciones y pruebas. Más tarde, los filósofos desconocidos, los nobles viajeros, los
Alquimistas, se transmitieron de la misma manera los restos de la misteriosa herencia,
es decir, de boca a oreja o, más bien, por la presencia y el ejemplo, en símbolos y
enigmas; siempre bajo el sello del secreto. Si vivieron en la intimidad de las
formidables fuerzas de la naturaleza, se guardaron mucho de hacer partícipes de ellas a
los atolondrados.
¡Oh, Sabios que sabéis callar! ¿Dónde estáis? Merecéis que todos los seres vivos os
proclamen su gratitud, ¡oh, Sabios!
¡Oh, Sabios que sabéis callar!, ahora hemos aprendido el valor de vuestra prudencia,
la grandeza de vuestra humildad, la profundidad de vuestra caridad.
Ahora que a los profanos se les ha ocurrido adquirir y propagar tanta ciencia como
pueden, ahora que se vanaglorian de sus descubrimientos con el mismo celo que
vosotros habéis puesto en esconder los vuestros, hemos visto su resultado.
Sin embargo, ¡cuan pequeña es su ciencia, exterior, superficial, precaria y limitada!,
y ya vemos su resultado.
Así, han envenenado las fuentes, minado la tierra, salpicado el cielo, trastornado y
pervertido a los pueblos, corrompido la paz, deshonrado la guerra, y han suministrado
al hombre de la calle tantos instrumentos de destrucción y de opresión que toda la
familia de los seres vivos se ve amenazada, mientras continúa el progreso de este
chancro.
La segunda razón de los Sabios para mantener oculta la Verdad, es que conocer es
una operación de vida y una manera de nacer. Y nada puede nacer fuera de una
envoltura. Una envoltura de carne o de corteza, de tierra o de misterio. Si abrís una
semilla, ya no germinará; si abrís un lagarto para ver lo que hay dentro, sólo
encontraréis el resto del cadáver y no lo de dentro del lagarto, su interior se ha ido, ya
que el lagarto está muerto. De igual modo, la ciencia abierta, propagada y vulgarizada
es ciencia muerta y fruto de muerte. Es un desierto de arena y no un puñado de
simiente. Al permanecer exterior no puede ser profundizada, sino sólo extendida, y la
vida se le escapa. No puede conducir a la conciencia, que es nacimiento a uno mismo,
ni a la vida interior. En cambio, el conocimiento de los Sabios es una gaya ciencia que
tiene sabor de alegría y soplo de espíritu. Y como todo ser vivo, aunque sea una mosca,
defiende su forma y rehúsa exhibirse.
La tercera razón de los Sabios para mantener oculta la verdad es su respeto por la
dignidad del conocimiento. Ellos saben que ésta es la vía real que lleva al Dios de
verdad. Ella ha de conducir a la contemplación, a la admiración de la naturaleza y a la
adoración del creador.
Debe aportar la luz a las almas, la exactitud a los pensamientos y la justicia a los
actos. Debe dar salud y salvación. Los Sabios la han defendido tanto como han podido
contra los hombres vulgares, por temor a que fuera apartada de su fin, desnaturalizada
y envilecida, cosa que no han dejado de hacer los hombres vulgares desde que le
pusieron la mano encima. Le han dado la vuelta utilizándola. Se han servido de ella en
lugar de servirla. Estaba aquí para librarles de sus deseos y ellos la han uncido al yugo
de sus tareas, la han forzado a aumentar sus posesiones. Estaba aquí para darles la
conciencia y de ella han sacado la máquina. Han cogido el cáliz para hacerse una
hucha y el crucifijo para hacerse una maza. Han enganchado la ciencia a sus motores,
la han aprisionado en sus bombas. Pero, demasiado astutos, han caído en su propia
trampa, dejándose atrapar por el engranaje de la máquina. Ahora, ella les roe poco a
poco en tiempo de paz y los devora a grandes bocados en tiempo de guerra. Los Sabios
han hecho todo lo posible por evitarlo.
La cuarta razón de los Sabios para mantener oculta la Verdad es que aman la Verdad,
y no hay amor sin pudor, es decir, sin velo de belleza. He aquí por qué no quieren
descubrirla sino revelarla, es decir, recubrirla de un velo luminoso. Por esto sólo han
enseñado con parábolas, para que quienes tienen oídos para no oír permanezcan
apartados; pero también para que quienes lo merecen aprendan los tonos y las claves
de la música total. Pues sus alegorías, sus fábulas y sus blasones no explican el
encadenamiento mecánico de las apariencias, sino las afinidades secretas y las
analogías de las potencias y las virtudes, las correspondencias del número con el
sonido, de las figuras con las leyes, del agua con la planta, con la mujer y con el alma,
del fuego con el león, el hombre armado y el espíritu, de los astros con los ojos, las
flores y los cristales de los metales y de las gemas, de la germinación del oro en las
minas con la de la verdad en el corazón del hombre. En sus oscuros textos, donde las
recetas del Gran Ante están salpicadas de advertencias piadosas, las solemnes
sentencias de alabanzas y plegarias, lucen los hilos que tejen el manto del Rey de
Reyes.
Al ocultar los Sabios su saber por escrúpulo, los charlatanes se aprovecharon para
esconder su ignorancia bajo los mismos signos misteriosos. Los imbéciles los han
confundido largo tiempo creyendo tanto en unos como en otros.
Ahora, a medio camino entre los charlatanes y los imbéciles, ha surgido una nueva
especie que asegura el triunfo definitivo de la conjura.
Esta nueva especie es la de los universitarios y sabios oficiales, que el día de su
advenimiento declararon nulo y sin valor el misterio filosofal, quimera la búsqueda de
los antiguos maestros, juego de niños su ciencia, engañabobos su arte. Los imbéciles
instruidos por los nuevos sabios, han confundido una vez más a los sabios con los
charlatanes, pero esta vez para no creer ni en unos ni en otros.
Sólo creen en la ciencia de los recién llegados, quienes simplemente enseñan que la
verdad está en su ciencia y que todo lo que no pueden descubrir ni demostrar no existe.
Ahora bien, no han enseñado, ni descubierto, ni demostrado nada acerca de la vida y
de la muerte, del pecado y del juicio. Nada acerca del amor, del dolor y del rescate,
acerca de la conducta del hombre y del destino del alma, acerca del sentido, la esencia
y la salvación. A medida que descubren nuevas nebulosas o nuevos electrones, nuevas
vitaminas o nuevos explosivos, se alejan y nos desvían de lo esencial. Y ahora la
verdad está tan bien escondida que ya no se la busca.
Incluso estaría totalmente perdida si no sobrevivieran algunos sencillos de espíritu
para quienes la verdad existe. No pueden resignarse a pensar que nadie la tenga o la
haya tenido. Recorren el mundo interrogando a la gente, los astros y las hierbas,
interrogando el gran libro de la naturaleza y hojeando los textos olvidados,
interrogando su corazón y a Dios en la plegaria. Saben que no tienen la verdad, pero
saben que ella es. Están tan hambrientos y sedientos de ella que saben seguirla por el
rastro y reconocerla por el olor. Ante un hombre difamado, un acontecimiento absurdo,
un grimorio ilegible, se paran en seco y exclaman:
¡Aquí está!
Ellos saborearán este libro. Para ellos ha sido escrito, aunque su hermandad sea poco
numerosa.
Y tú, Cattiaux, amigo mío, ¿has encontrado la Piedra?
Sentado en la tienda donde pintas y meditas entre filtros y frascos, ¿has encontrado el
carbunclo y la violeta?
Sentado entre tu mujer y tu gato, Cattiaux, amigo mío, ¿has encontrado el oro vivo y
el elixir?
¿Has visitado el interior de la tierra y, rectificando, encontrado la joya oculta y la
verdadera medicina?
No sé ni puedo decir si la substancia de los antiguos textos se oculta en estas páginas.
Pero ¿cómo es que en ellas se encuentra su perfume? ¿En qué huevo y en qué
alambique, Cattiaux, amigo mío, has destilado la esencia sutil que se llama el Perfume?
¿De dónde viene esta poesía que tiene por nombre Perfume de Verdad?

LANZA DEL VASTO
Noviembre de 1945

*

PRESENTACIÓN AL LECTOR

Muchos quieren oír pero no saben escuchar.
Fr. de Foix

La sabiduría es tan escasa en el Tíbet como en París, decía Louis Cattiaux. Sin
embargo, puede florecer en todas partes sin que nadie se dé cuenta. Un hombre,
semejante a tantos otros pero no igual, que vivía en la gran ciudad, escribió estas
páginas que al lector corresponde juzgar. No son para todos, aunque estén destinadas a
circular entre los hombres de hoy, que por negligir la antigua revelación se han dejado
atrapar en una profunda ignorancia.
Aquellos para quienes ha sido escrito este libro lo sabrán al leerlo, pues, como dice el
autor, les es dado creer lo increíble. Ellos sabrán leerlo y entenderlo, porque pertenecen
a la misma familia espiritual. Antes de marcharse de este mundo, el 16 de julio de
1953, el autor se lo dejó como una contraseña para reunirse y un motivo de esperanza;1
lo dedicó en especial a los pueblos negros, todavía divididos y como en la infancia,
pero llamados a ser poderosos en el mundo por el juego de una Providencia indiferente
a las intenciones y a los trabajos de los hombres.
Es difícil abordar El Mensaje Reencontrado. Contiene, según el autor, una iniciación
y una mística estrechamente unidas y presentadas bajo una forma concentrada que
exige más que una lectura ordinaria, pues las palabras están sobrepasadas por la
revelación y la obra se presenta como el aire líquido que ha adquirido propiedades
extraordinarias, pero que son invisibles a simple vista2... Los versículos están
dispuestos en dos columnas, ya que existen dos hombres en nosotros, el hombre carnal
y el espiritual, el hombre exterior y el interior, como existen también las tinieblas y la
luz, la justicia y el amor, lo puro y lo impuro; todas las cosas están dispuestas de dos
en dos.3 Cada versículo implica varios sentidos en profundidad: la columna de la
izquierda suele dar los sentidos terrestres: moral, filosófico y ascético; la columna de la
derecha, los sentidos celestes: cosmogónico, místico e iniciático. Algunas veces, los
versículos se completan con un tercero dispuesto en medio de la página, que hace
concordar los otros dos en el sentido alquímico que une el cielo con la tierra y que hace
referencia al misterio de Dios, de la creación y del hombre; sólo a Dios corresponde
desvelar al hombre piadoso este sentido, el más profundo. También se observará que
cada uno de los XXXX libros lleva un doble título; por ejemplo, en el libro primero, a
la izquierda: «Verité nue»; a la derecha: «El brote verde». Los cuarenta títulos de las
columnas de la izquierda son anagramas unos de otros.* Es insólito componer cuarenta
anagramas con nueve letras, siempre las mismas. El lector entendido se dará cuenta de
que ni una sola palabra de este libro ha sido puesta sin intención.
El Mensaje Reencontrado nos habla de una única cosa en términos siempre distintos,
por ello la multitud de versículos no es una dispersión. Los ignorantes en busca de una

1. M.R. XXX, 37 y 38; XXXIII, 35.
2. Escrito por Louis Cattiaux en una carta a G. Chaissac. Agradecemos aquí al Sr. Chaissac el haber comunicado
ciertos pasajes de su correspondencia con el autor de El Mensaje Reencontrado.
3. M. R. III, 98.
* Dichos títulos se mantienen tal como aparecen en el original francés. (N. de los T.)

«nueva revelación» que añada o sustraiga algo a la antigua, quedarán defraudados.
Aquí sólo se encontrará un testimonio4 a favor de la antigua, que nos habla de la caída
del hombre en este bajo mundo, de las consecuencias físicas y morales de dicha caída y
del medio para su regeneración corporal y espiritual, por la vía misteriosa que conduce
a la resurrección.5
Quizás escandalicemos a más de un lector afirmando que el Espíritu de Elías,
siempre vivo, se manifiesta de edad en edad:6 que estos se abstengan, porque aquí está
la piedra de escándalo. No obstante, bienaventurado quien sepa separar en las páginas
que siguen este espíritu de su ruda corteza, reconozca su autenticidad y se nutra de ella
para una vida eterna.
La dedicatoria general de El Mensaje Reencontrado nos indica que está destinado «a
la gloria de Dios y al servicio de los hombres que lean con los ojos del espíritu y del
corazón los signos inscritos en la carne del mundo». En efecto, allí donde el lenguaje
se dirige a los ojos del espíritu y del corazón, los ojos de la razón carnal o del intelecto
no nos enseñarán nada. Estos últimos sólo nos muestran la corteza o la apariencia
cambiante del mundo; los otros nos guían hacia la Esencia y la Substancia, su soporte
indestructible, y nos hacen reconocer la luz interna que Dios encendió al comienzo en
la naturaleza y en nuestro corazón.7
Se trata, pues, de una obra de meditación que requiere ser leída, releída y estudiada
con simplicidad de espíritu y pureza de corazón. ¿Acaso la multiplicidad y el espíritu
agitado no nos privan de la posesión del Reino de los Cielos?, ¿y no es la impureza de
nuestros corazones lo que nos aleja de la visión de Dios?8
El testimonio de las Escrituras nos enseña que el conocimiento de la luz divina no
debe proceder del exterior sino del interior; despertada y excitada por su Origen libre,
esta luz sepultada germina entonces y, volviéndose la «justa medida» y la fuente de
nuestros juicios, «aparece después al exterior y resplandece plenamente en la unión».9
Un sordo opinará de la música según la descripción que de ella se le haga, porque
carece del sentido que le permitiría experimentarla por sí mismo. Igual ocurre con los
demás sentidos. La luz resplandece en las tinieblas, pero si el hombre está privado del
uso del órgano apropiado para aprehender esa luz interior, es para él tinieblas mientras
no haya recuperado la mirada del espíritu y del corazón.
Si tenéis fe y paciencia, escribía el autor a propósito de El Mensaje Reencontrado, se
esclarecerá por sí mismo poco a poco y todo lo que os parece oscuro se os mostrará
entonces evidente.
Así es como proponemos al lector que se forje su propia opinión sobre esta obra y
juzgue por sí mismo si es idéntica o no a la enseñanza tradicional.

E. y C. D'HOOGHVORST

4. M. R. XXIX, 36.
5. M. R. XXIX, 33 y 45.
6. M. R. XXXVI, 95. Hemos hablado sobre este tema en un estudio sobre El Mensaje Reencontrado, aparecido en la revista LA PUERTA, Sobre esoterismo cristiano, Ed. Obelisco 1990, p. 81 y sig.
7. M. R. VIII, 50'.
8. M. R. XIII, 32'.
9. M. R. IX, 54'; IV, 36' y XII, 12'-13'.


A MODO DE INTRODUCCIÓN

¿Qué es este mensaje en este mundo alojado?
Escritura cándida, el Arte leído en este siglo,
Al amor deletreando su Hermes.
Tal palabra oculta te fue el germen.

Hiciste palabra de exilio, este puro Helías
¡Oh hielo de avaro, de Arte puro vacío!
A mi funesta astucia debióse, dice este Maligno,
Este árbol en su invierno.

Allí, el hombre erró en hielo.
El Arte raro al necio predicó,
El exilio soñó su dolo.
¿Qué palpa este despertar?

En tu sabio maná
La primavera te es mostrada
Que Hermano Mate despierta
A la edad creadora.

¿Qué escribe aquí este libro leído de estudio vivo?
Un puro Ave.
Dote a este Arte:
Tarro de sal de oro que todo lo cura.

¡Oh, qué mensaje reencontrado
Para leer aquí, en nuestra escuela!
En tal libro, el oro negado,
En un estudio del sentido puro deletreándose largamente.

¡Oh, puro Sol; oh, santo destino de un Osiris!

E H

*

A propósito del Mensaje Reencontrado

Cuando entra el vino, sale el secreto
SENTENCIA RABÍNICA



Este libro es el mensaje de un vino bebido sabiamente riendo. Es una mántica pastor de los amigos de un viviente. Isis, luz escondida a la ciencia sin cocción, se alumbró este fruto.

La Edad nueva me ha bendecido, exclamó este elegido encerrado en silencio, y mi libro ligado por Hermes se leerá el Arte asido. Tal es el secreto de este libro que habla púdicamente del Arte que calla a la avaricia.

¡Oh ídolo detestado que da estupor, que marca esta edad de hierro sin estrellas ni profetas bendecidos! ¡Oh pecado mortal que hiela la edad de oro en pasión siniestra! ¡Que un buen Ave te traiga sol incubado! ¡Salud! ¡Siglo nuevo anunciado por este libro raro en sabiduría química!

¡Qué Poeta, éste que osa bendecirse con un buen vino, que le embriaga así de un sentido que suena claro!

E H


1. Ce livre est le message d'un vin bu sagement en riant. C'est une mantique pasteur des
amis d'un vivant. Isis, lumière cachée à la science sans cuisson, s'enfanta ce fruit.
L'Age neuf m'a béni, s'écria cet élu enfermé en silence, et mon livre lié par Hermès se lira
l'Art saisi. Tel est le secret de ce livre parlant pudiquement de l'Art qu'il tait à l'avarice.
O idole détestée donnant stupeur qui marque cette âge de fer sans étoiles ni prophètes
bénis! O péché mortel gelant l'áge en sinistre passion! Qu'un bon Ave t'amène soleil couvé!
Salut! Siècle neuf annoncé par ce livre rare en sagesse chimique!
Quel Poète, osant se bénir d'un bon vin l'enivrant ainsi d'un sens qui sonne net!

*




LA LUZ
Como una tierra prometida abrevada de inocencia, me entrego a
aquel que desenreda mi noche, y mi corazón se decanta en el
reposo y luce.
* * *
¡Oh, Sulamita, mi única amiga, soy tu Salomón solo en el mundo.
Sol y Selene en Sal unidos. Salvación de los mitos y Salam de los
montes!
* * *
¡Antigua soledad de las selvas primordiales, donde brilla la
esmeralda emanada de las estrellas! ¡Quien os encontró posee el
secreto divino, que un maestro verdadero nos legó en el pan y el
vino!

*

Libro I  desde aquí


Galería de imágenes, desde aquí:


*


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